viernes, 13 de enero de 2012

A&N II.- Recompensa

 
Dragon Ball y sus personajes son propiedad de Toriyama Akira.
II.- Recompensa
Las gotas de sudor se estrellaron contra el suelo de la cámara de gravedad, Vegeta aterrizó entre jadeos. Quizás había exagerado un poco aumentando tan de golpe las G pero necesitaba hacerse más y más fuerte.
Inspiró hondo dispuesto a retomar su entrenamiento mas unos toquecitos en la puerta llamaron su atención; resignado con el convencimiento de que su visitante insistiría e insistiría hasta que abriese hizo lo único que podía hacer: abrir.
Trunks le sonrió desde la parte más baja de la escalerilla.
—Hola papá —saludó el niño intentando mantener la compostura. Tenía una misión y no podía fallar.
—¿Qué pasa?
—Tengo hambre —dijo a sabiendas de que el poder del estómago era muy superior al deseo de hacerse más fuerte—; mucha hambre.
—Dile a Bulma que te prepare algo.
Ya está, era así de simple; ahora sólo tenía que cerrar la puerta y seguir hasta que su propio estómago se quejase.
—Pero es que mamá no está aquí —se quejó Trunks—. Y no sé cuando va a volver...
—¿Que no está? ¿Y dónde está, si puede saberse?
—Está en... ¡Uy! Casi se me escapa.
Vegeta enarcó las cejas. Trunks reprimió una sonrisa, lo había conseguido, el deseo de fortalecerse había sido derrotado por la curiosidad. El niño agachó la cara y se miró los zapatos con fingido arrepentimiento.
—¿Dónde?
—No puedo decírtelo, papá.
—¿Ah no? —Se cruzó de brazos y miró intensamente la cabellera lila de su hijo que miraba a su vez sus zapatos—. ¿Y eso por qué?
—Por qué si te lo digo te enfadarás —siseó y alzó la cara con expresión inocente.
Vegeta tuvo la sensación de que lo que ocultaba no iba a gustarle en absoluto.
—Tengo hambre —volvió a protestar Trunks.
—Tú dime dónde está Bulma y yo te doy comida.
—Ha ido a la ciudad, a un hotel de lujo —confesó el niño y Vegeta sonrió creyéndose ganador, tentar a su hijo con el estómago a cambio de información había sido brillante. De lo que no se dio cuenta Vegeta era de que se había tragado el anzuelo, el sedal e incluso la caña de pescar junto con el pescador—. Con un grupo de brillantes científicos y un hombre que, según mamá, es brillante, encantador y muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy importante, guapo y atractivo... ¡Espera! —exclamó contando con los dedos—. Creo que me he dejado algún "muy".
Con sólo aquello el orgullo de Vegeta ya estaba en llamas que Bulma considerase a alguien tan "importante, guapo y atractivo" era malo, tremendamente malo; pero Trunks no le dio tregua y continuó.
—También me ha dicho que es muy divertido, que siempre le cuenta anécdotas de cosas que le pasan, que es bueno escuchando a los demás; que siempre que mamá ha tenido un problema él le ha ayudado cortésmente como un caballero. —Trunks asentía conforme iba enumerando las cualidades del misterioso hombre tan "importante, guapo y atractivo"—. Dice mamá que es un hombre muy cariñoso y abierto, que jamás duda en decirle lo que piensa ni lo que siente y que... —enmudeció, un aura asesina empezaba a rodear a su padre cuya expresión fría daba auténticos escalofríos.
Trunks maldijo a Gohan, a Goten, a Goku y a Piccolo por darle aquella idea tan estúpida y peligrosa y sobre todo se maldijo a sí mismo por ser tan idiota y ponerlo en práctica.
—¿Qué más? —preguntó con tono glacial el príncipe saiyan.
—Que... es un genio, que... mantiene conversaciones inteligentes y estimulantes... —El pequeño estaba pálido—. Pa-papá ¿es-estás bien?
—Encárgate lo que quieras comer —gruñó antes de salir volando como alma que lleva el diablo.
Trunks se dejó caer de culo al suelo aliviado de la presión de la energía de su padre, a veces olvidaba que daba pánico cuando se enfadaba, básicamente porque con ellos siempre era bueno y cariñoso —en la intimidad—, incluso le abrazaba de vez en cuando y le decía cosas bonitas a su madre después de un pésimo día. Su padre era un buen hombre disfrazado de mala persona, arrepentido de sus errores pasados y dispuesto a no volver a cometerlos y a enmendarlos en la medida de lo posible.
Se sacó el teléfono de videoconferencia, que le había robado a su madre, del bolsillo del pantalón y llamó a la familia de Goten que esperaban ansiosos a saber cómo había acabado su experimento. Un montón de caras apretujadas aparecieron en la pantalla.
—¿Qué? ¿Cómo ha ido? —inquirió Goku emocionado, podía sentir la energía de Vegeta en plena forma.
—Creo que mi papá va a matar a alguien —declaró Trunks.
—¡Que va! —exclamó Goku meneando la mano.
—Pero estaba muy enfadado cuando se ha ido.
—Eso demuestra mi teoría de que Vegeta es muy posesivo —dijo Piccolo orgulloso—. No soporta la idea de que alguien se acerque a la mujer.
—O que realmente quiere a Bulma —apuntó Gohan.
—O que tiene mucha hambre —dijo Goten llevándose las manos al estómago, él tenía mucha hambre.
Trunks les miró de hito en hito atónito, todo aquello era para comprobar cuál de sus teorías era la acertada.
Mientras tanto, algo surcaba el cielo a toda velocidad dejando una estela dorada a su paso. La gente no atinaba a saber que era aquello que volaba aunque cualquiera de sus compañeros hubiesen sabido que era Vegeta hecho una furia. Se plantó en la ciudad en apenas unos minutos y buscó el hotel. No le había preguntado a Trunks por el hotel, pero imaginaba en cual estaría; siempre decía que le encantaba aquel hotel y que algún día tenían que ir juntos y pasar un par de días, claro que a él eso de perder un par de días en un hotel no le gustaba para nada, prefería dedicar ese par de días a entrenar en su cámara de gravedad.
Aterrizó sobre el pavimento de la entrada con la certeza de que aquella constante negativa a los planes románticos de Bulma la había empujado a los brazos de don "muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy importante, guapo y atractivo". Dentro de su corazón volvió a prender la llama de la ira. Don "muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy importante, guapo y atractivo" no podía ser rival para él.
La puerta automática de cristal se abrió y Vegeta se adentró en el hotel con el ceño fruncido y su antigua expresión desdeñosa, fría, cínica y desafiante. Estaba de un humor de perros.
La recepcionista alzó el rostro para sonreírle pero su cara formó un mueca de pánico.
—Brief, Bulma. —La mujer de la recepción tembló mientras Vegeta la fulminaba con la mirada—. ¿Es que estás sorda?
Lentamente la recepcionista movió los dedos sobre las teclas formando el nombre de Bulma en busca de la habitación. Tragó en seco al ver la etiqueta de "confidencial" en la ficha y miró temerosa al hombre.
—No... no puedo darle esa información señor.
—¿Cómo que no? —gruñó a punto de perder el poco autocontrol que le quedaba, estaba dispuesto a hacer estallar el hotel con la clientela dentro si así la encontraba—. Es mi mujer, exijo que me digas dónde está.
—S-se-se-señor... si lo desea pu-puedo llamarla por teléfono y solici...
—Llámala —ordenó y se cruzó de brazos con cara de pocos amigos sin despegar sus ojos negros de la aterrorizada recepcionista.
La joven mujer marcó un número de teléfono y jugueteó con el cable tratando de no pensar en ese hombre de aspecto tan peligroso. Al otro lado alguien descolgó.
—Se-señorita Brief, hay... hay aquí alguien que pregunta por usted —tartamudeó y escuchó la respuesta, después miró al hombre blanca de miedo—. Pues... es ba... no muy alto, tiene el pelo de punta negro y... —Vegeta notó que la habían interrumpido y atinó a escuchar el susurro de la risa de Bulma—. ¿Le conoce de verdad? ¿S-su marido? —respondía con preguntas a todo lo que le decían al otro lado de la línea como si no pudiese dar crédito—. Sí, de acuerdo señorita Brief, en seguida.
La recepcionista colgó el auricular y clavó su mirada en el número que figuraba en la pantalla, no se atrevió a volver a mirar aquellos ojos negros.
—Habitación 3021, el ascensor central le llevará directo a la planta correcta.
Se encaminó al elevador sin gruñir un simple gracias ni nada. Retuvo el impulso de presionar el botón con todas sus fuerzas, si lo hacía seguro que lo rompería y no podría explicarlo, así que le dio flojito apenas con un roce. Pero su temperamento iba ganando terreno a marchas forzadas y sin poder remediarlo empezó a repiquetear con el pie el suelo del ascensor conteniendo así los golpes violentos que habrían estropeado aquel chisme.
«Clin» tintineó aquel cacharro lento y lujoso y Vegeta saltó afuera como una fiera encerrada durante meses a la que acaban de abrirle la puerta de la jaula. Recorrió presto el pasillo sin prestar atención a la elegante alfombra que cubría todo el suelo, a las paredes de un cuidado blanco roto y a la cenefa roja que bordeaba el centro de la misma, las inmensas lámparas araña ornadas con lágrimas de cristal y a los exquisitos cuadros más propios de un museo que de un hotel, como tampoco prestó atención a los cómodos sofás que se apostaban a lo largo del corredor.
La idea de volar aquel hotel por los aires cada vez le gustaba más. Estaba que trinaba. Como pillase a aquel cretino iba a molerlo a golpes, a mandarlo al sol sin billete de vuelta, a torturarlo indefinidamente, a aplastarlo como si fuese una minúscula hormiga... en definitiva iba a borrarlo de la faz del planeta.
Miró a su derecha para ver el número 3019 en la puerta que tenía justo al lado, así pues la de Bulma debía de ser la siguiente. Continuó avanzando.
La puerta estaba abierta y su mujer apoyada en el marco, aquello le sorprendió. No había hecho nada por ocultarse, acaso ¿iba a tener el descaro de presentarle a su maldito amante? Estaba relajada. Tremendamente relajada.
Se plantó delante de ella y alzó la barbilla antes de pasar por su lado como si fuese transparente, la oyó suspirar. Le había sonado muy seductor aquel suspiro, pero no iba a dejar que aquello le alejase de su misión de dar con el imbécil que quería robarle a su mujer. Ubicado en el centro de la lujosa sala empezó a mirar a todos lados en busca del ki de algún desconocido, sentía el de Bulma, sentía las habitaciones cercanas vacías. Ni rastro de una energía relevante. Cabía la posibilidad de que fuera increíblemente débil y por eso no lo captase.
Bulma le miró sorprendida mientras Vegeta miraba en todas direcciones en busca de a saber qué.
—¿Se puede saber qué estás haciendo, Vegeta?
—¿Dónde está? —gruñó entrando en la lujosa estancia donde estaba la cama.
—¿Dónde está qué?
—¡Él!
—¿De qué demonios me estás hablando?
Vegeta dejó de rebuscar por la habitación y se plantó frente a ella con una cara que en otros tiempos la habría aterrorizado. Bulma apoyó ambas manos en las caderas adoptando una pose orgullosa, no sabía qué narices se le había metido en la cabeza al saiyan pero no estaba dispuesta a tragarse un rapapolvo.
—Ese tío que te dice cosas bonitas, que te cuenta cosas divertidas y que te dice que te ama.
—Que me dice... que... ¿me ama? —titubeó con las cejas enarcadas por la sorpresa.
—Sea quien sea, yo soy mejor que él.
—Por partes —espetó Bulma masajeándose las sienes—. ¿Mejor que quién?
—Don "muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy importante, guapo y atractivo" —escupió con tono irritado.
—Acaso ¿estás celoso? —Sonrió con malicia y una mirada mordaz.
—Tú eres mi mujer.
Bulma se echó a reír frente a la mirada desconcertada de Vegeta. Él había esperado que lo negase con cara de inocente o a que lo reconociese con aquella mirada desafiante, pero no estaba preparado para que ella se pusiese a reír de aquel modo. Tras tantos años conviviendo con ella y otros humanos molestos creía haber descubierto como funcionaban sus mentes y sus reacciones, así que ahora estaba absolutamente desconcertado.
Bulma se secó las lágrimas de risa e inspiró hondamente para recuperar el ritmo normal de su respiración. Le recorrió con los dedos la mandíbula, enredó los dedos en los negros mechones de la nuca de Vegeta y pegó su cuerpo al de él para besarle.
Fue un beso violento síntoma de que estaba enfadado y celoso pero nada reacio a corresponderle y regalarle unas cuantas caricias, poco cariñosas a modo de venganza. Vegeta alzó la mano, la tomó por la barbilla, la separó y la observó. Labios y mejillas rojos, ojos brillantes y vivos, piel perfecta y cariño y pasión en su expresión.
—Por cierto, dime —ronroneó Bulma sin dejar que aquel gesto le robase el buen humor—. ¿De dónde has sacado la idea del amante?
—Trunks... —dijo y entonces la soltó y apretó los puños con fuerza—. ¡Voy a matar a ese mocoso! —exclamó recordando las palabras de su hijo mientras Bulma volvía a reír.
—¿Trunks te ha dicho que tengo un amante?
«No exactamente» pensó el saiyan consciente de que la película del amante se la había formado él solito con la inestimable ayuda de su orgullo de príncipe. Optó por contestar con un gruñido antes de que ella volviera a preguntarle.
—Así que estabas celoso —susurró divertida dándole un toquecito con la yema del dedo en la punta de la nariz. Después de tantos años aquella era la primera vez en que su amorcito se ponía frenéticamente celoso.
—No digas tonterías, mujer.
Bulma sonrió, desde aquella primera noche que pasaron juntos Vegeta sólo la llamaba mujer cuando algo le daba vergüenza. Así había acabado descubriendo lo que sentía por ella.
—Qué lástima —se lamentó Bulma—. Si no estabas celoso no te has ganado ninguna recompensa.
—¿Recompensa? —preguntó él lleno de curiosidad.
Ella asintió sin dar más detalles observando complacida el brillo de curiosidad en sus ojos negros.
—¿Qué clase de recompensa?
—No sé... —dijo remoloneando—, no has hecho nada para ganártelo, así que no mereces saberlo.
—Mujer ¡no...!
Pero lo que fuera que iba a decir no llegó a salir de su garganta porque las manos de Bulma en su trasero y sus labios sellándole los suyos se lo hicieron olvidar todo y prestamente sus manos se movieron por la espalda de Bulma, expertas, conociendo a la perfección cada curva y cada punto sensible de aquel delicioso cuerpo.
La cremallera del elegante vestido rojo no entrañaba secreto alguno para el saiyan que la bajó hasta sus caderas de un movimiento certero. Bulma abandonó sus labios jadeante y le sonrió.
—Te amo —le susurró divertida con el rubor en la mejillas de su hombre—. Te has puesto loco de celos por un supuesto hombre "muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy importante, guapo y atractivo".
Vegeta asintió algo aturdido, siempre le pasaba lo mismo, aquella mujer era capaz de convertirle en un corderito dócil. Aunque pensándolo mejor eso le valdría la recompensa de la que Bulma hablaba.
—Pero daría igual si ese hombre fuese "tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan importante, guapo y atractivo", jamás podría llegarte a la suela de los zapatos.
La sonrisa socarrona y altiva de Vegeta se dibujó lentamente, su orgullo se había regenerado al cien por cien.
—¿Y mi recompensa?
—La tienes aquí mismo, tómala —susurró dejando que el vestido resbalase hasta el suelo.
A Vegeta le gustaba aquella recompensa, sólo lamentaba una cosa, Trunks tendría que encargar comida varios días, eso o irse a saquear la nevera de Kakarotto. Sí, mejor que saquease la casa de Kakarotto.
Por el momento él iba a encargarse de disfrutar, durante días, de su recompensa.
Fin
 Escrito originalmente en 1995, reeditado el 15 de enero de 2012

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