domingo, 13 de noviembre de 2011

25M X.- Pasado

 
Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
Éste shot está basado en el relato "El soldado y la dama" propiedad de Casanovas (o sea, yo misma), queda totalmente prohibida su redistribución o reproducción con fines lucrativos, así como su publicación en cualquier lugar sin mi permiso.

X.- Pasado

Yumi, una chica delgada y alta, de ojos negros y rasgados, cabello negro como el azabache, miró angustiada a su jefe. Abandonar Kyôto para irse a vivir y trabajar a Barcelona, una ciudad tan diferente a la suya, una ciudad completamente desconocida y con una fama a veces no demasiado buena. Había estado a punto de negarse, de decirle a su jefe que prefería seguir cogiendo llamadas y mecanografiando cartas, pero se había acabado resignando. Siempre le pasaba igual.

Sus padres y su hermano estaba en Francia y lo cierto era que en Japón no había nada ni nadie que la atase. No tenía novio, el último prefería borrarlo de su memoria, era un imbécil que no merecía ni un segundo de su tiempo. Y sus amigos... con tanto trabajo hacía meses que no los veía ni hablaba con ellos, quién sabe si se acordaban de que existía. Al fin y al cabo tal vez el cambiar de aires, conocer una ciudad nueva y, sobre todo, a gente nueva le iría bien.

Abrió por última vez la ventana de su cuarto desde donde podía ver las colas que se formaban a las puertas del espectacular Kiyomizu-dera. Lo echaría en falta, vivir en el casco histórico era mágico.

Subió al taxi, pagado por la empresa, y permaneció en silencio con la vista perdida en la autopista. Quería llorar por aquella sensación de melancolía que la invadía conforme se acercaban al aeropuerto; cuando se subió al avión todo empeoró. Durante el larguísimo vuelo mantuvo la vista clavada en la pantalla, los auriculares puesto y sin dormir ni hacer caso a nadie a excepción de la azafata que le ofreció algo para comer y que no pudo rechazar porque estaba muerta de hambre. Ignoró la panorámica de la ciudad de Barcelona mientras la sobrevolaban, esa que todos miraban fascinados mientras nombraban sus edificios más emblemático que, al parecer, podían distinguirse desde aquella altura. Tampoco prestó atención al aeropuerto, se limitó a tomar su maleta enfurruñada.

—¿Señorita Ishiyama? —preguntó una voz en un japonés rudimentario.

Yumi se giró para ver a un anciano de pelo blanco, mejillas rellenitas y sonrosadas, gafas doradas y una sonrisa afable, que ataviado con un traje de chaqueta azul marino, camisa blanca y corbata celeste sujetaba un cartelito con su nombre.

Sí, soy Ishiyama Yumi —contestó.

—Me llamo Pau Soler, soy el fundador de Somnis d'Or.Yumi, sorprendida, le miró boquiabierta. El fundador de la empresa en persona había ido a recibirla como si fuese una personalidad o una celebrity—. Venga conmigo, por favor, le enseñaré su nuevo hogar.

Salieron del Aeropuerto de El Prat y fueron hasta un elegante coche negro que, al abandonar la autopista, les llevó por el corazón de la ciudad. Yumi miraba fascinada las fachadas de los edificios modernistas, cada fachada era única y espectacular, pero todas formaban un conjunto mágico. El coche se detuvo en la Vía Laietana y Pau la invitó a salir del vehículo tomándola de la mano con suavidad.

Ante sus ojos apareció una iglesia que destacaba por la simplicidad de su construcción. Él le explicó que aquella era la Basílica de Santa María del Mar, la iglesia que la ciudad de Barcelona había levantado con sus propias manos y su dinero para la patrona del mar. Le dijo que viviría al lado de aquella maravilla y de algo llamado El Fossar de les Moreres.

Su nueva casa era pequeña y antigua y estaba amueblada. Con dos habitaciones, un baño, cocina completamente equipada y un gran salón; analizó bien el espacio del que disponía y una vez situada empezó a vaciar las cajas con sus cosas que la empresa ya le había enviado una semana antes. Pasó el resto del día instalándose y procurando sentirse cómoda en un espacio tan diferente al suyo. Aquella noche se encargó una pizza, demasiado agotada como para cocinar, y se la comió sentada en el suelo rodeada por una gran cantidad de velas.

«El Fossar de les Moreres se fundó en el siglo XII y es dónde durmieron nuestros hermanos que dieron sus vidas defendiendo su libertad y las leyes de Catalunya de la invasión borbónica de 1714». No había tenido tiempo para pensar en ello durante el día y ahora le daba auténticos escalofríos pensar en ello. Iba a dormir al lado de una especie de fosa común de hacía siglos, era casi como dormir al lado de un cementerio.

«Ostras Yumi, deberías haberte quedado en Kyôto. Esto es demasiado siniestro» pensó acongojada. Construir al lado de una fosa común, ¡qué locura! Tendría que buscar otro sitio en el que vivir, aunque si se quedaba allí se ahorraría pagar un alquiler.

Abrió la ventana tal como hacía cuando vivía en Kyôto y se asomó, la llama eterna del pebetero le pareció hipnótica danzando con el viento retorciéndose y encogiéndose como si se doliese. El olor de las hojas de las tres moreras era mágico y las estrellas titilando sobre la basílica de Santa María del Mar. El silencio...

De repente aquel barrio, un tanto claustrofóbico, y su fosa común le parecieron sacados de un cuento de hadas en el que todo es posible.

«Barcelona es una ciudad mágica» le había dicho Pau «es posible que si prestas suficiente atención veas algo fantástico paseando por la calle». Yumi sacudió la cabeza, cerró la ventana y se metió en la cama.

Conforme iban pasando los meses se fue enamorando de la ciudad y de su historia, de su gente, de su cultura y de su lengua. Se había propuesto hablar catalán tan bien como su marcado acento japonés le permitiese y escribirlo a la perfección. Los prejuicios que se había formado en base a lo que le habían explicado desaparecieron, la gente era amable y acogedora, en la panadería la recibían con una sonrisa cada mañana y por la noche siempre le guardaban un panecillo para la cena. En el mercado los vendedores la llamaban "Llumeneta" y le explicaban con toda la paciencia del mundo qué eran las cosas que vendían, las butifarras, las seques, los rovellons y los pinetells... todo un mundo de sabores y olores nuevos que ir descubriendo poco a poco.

El Born con sus calles estrechas y sinuosas, con sus nombres que hacían referencia al gremio que había morado en ellas siglos atrás, se había convertido en su hogar y ya no sabía vivir sin aquella vista de Santa María del Mar y el Fossar, sin todas aquellas delicias artesanales que aparecían detrás de cada esquina, sin el olor a mar que llegaba cuando la presión atmosférica estaba más baja de lo habitual, de la humedad pegajosa durante los días calurosos y la helada cuando hacía frío.

Yumi acabó de cenar y apagó la televisión. Se tiró en el sofá cerrando los ojos e inspiró profundamente. Le pareció oír un timbal en la calle, pero era algo impensable, así que creyó que la señora Núria, su vecina octogenaria y más sorda que una tapia, debía tener el volumen de su televisor al máximo otra vez o que tal vez se lo había imaginado.

Pasaron un par de minutos y aquel sonido volvió a resonar en sus oídos. Se levantó de un salto y sacó la mitad del cuerpo por la ventana, la calle estaba desierta. Los bares de la plaza de Santa María ya estaban cerrados, nadie paseaba al perro. No había nada fuera de lo común sin embargo su curiosidad iba en aumento así que se puso la cazadora vaquera, cogió las llaves y bajó a la calle.

Se detuvo en el centro del Fossar mirando a todos lados, pero no había nada ni nadie. Sacudió la cabeza sintiéndose algo estúpida por lanzarse a la calle en mitad de la noche por un sonido que era más que evidente que se había imaginado; porque de haber sido real habría más gente allí abajo o asomada a las ventanas. De repente le pareció oír un susurro.

—¿Hola? —preguntó medio asustada pero llena de curiosidad.

—¿Quién es usted? —preguntó una voz masculina desde algún punto de la calle con un peculiar acento—. ¿En qué bando está?

—¿Ba-bando? —titubeó ella—. ¿Qué quieres decir con bando?

—¿Es una botiflera?

Ella frunció el entrecejo, no sabía que significaba ser una "botiflera" pero imaginaba que no era nada bueno. Entrevió una figura borrosa detrás de una de las moreras del Fossar y en una especie de impulso suicida, Yumi, caminó hasta allí. Tuvo que parpadear un par de veces para que su vista se aclarase. Delante de ella había un hombre con una especie de uniforme militar, llevaba una casaca azul oscuro y con el reverso granate y un montón de botones dorados, las calzas y las medias rojas se perdían bajo la casaca y en los pies llevaba unos zapatos de cuero con una hebilla. Por un momento Yumi creyó que debía ir a un baile de disfraces extraño.

El joven se quitó el sombrero marrón y se lo llevó al pecho dejando a la vista una mata de pelo castaño mal peinado y algo largo, de cara angulosa pero amable, con una nariz algo pronunciada y manchada de polvo gris al igual que sus mejillas y unos ojos castaños que le robaron el aliento a Yumi que permanecía inmóvil frente a aquel desconocido.

—Mi nombre es Ulrich Stern, soy soldado de la Compañía de los Paraires de la Coronela de Barcelona —se presentó orgulloso—. Disculpe, señorita.

—Me llamo Yumi...

—No se preocupe, Yumi, no le haré daño. Soy miembro de la Coronela. La mantendré a salvo de Felipe V y de nuestros enemigos.

«Felipe V» se dijo a sí misma. Hacía casi trescientos años de eso pensó que era una broma o que estaba como una cabra, pero la mirada seria de Ulrich la hizo cambiar de idea. Realmente parecía totalmente seguro de lo que estaba diciendo.

—Si me disculpa, tengo que ir a hacer la ronda.

Y sin decir nada más se evaporó en mitad de la oscuridad. Yumi huyó asustada, ¡un fantasama! ¡Acababa de ver un fantasma! Ya sabía ella que eso de dormir al lado de una fosa común no iba a traerle nada bueno. ¡Un fantasma! Aquella noche se la pasó espiando las sombras de su habitación y la puerta entreabierta de su armario. No pudo dormir.

Pese al susto inicial, las siguientes semanas a menudo se encontraba a sí misma mirando por la ventana esperando volver a ver a aquel fantasma, era extraño, pero tenía ganas de saber más cosas sobre aquella aparición misteriosa. Finalmente decidió bajar de nuevo al Fossar con la esperanza de que volviese. Se sentía un poco tonta sentada en el mármol helado rodeada de ofrendas florales de vecinos anónimos esperando a saber qué.

—Señorita Yumi.

Se giró con los ojos brillantes buscando el origen de la voz, Ulrich estaba en el centro del Fossar de pie mirándola fijamente, llevaba la casaca azul desabrochada y la camisa de lino blanca se veía desgastada, algo amarilleada y salpicada de sangre que era evidente que no le pertenecía. Se levantó y fue hasta él con una sonrisa.

—Has vuelto —pronunció impaciente.

—He venido cada noche, pero usted nunca estaba. —Ulrich la miró con las mejillas ligeramente sonrojadas y una expresión tímida en el rostro—. Creía que tal vez os habían matado en uno de los bombardeos, me alegro de ver que estáis bien.

A Yumi la hizo feliz escuchar que había ido cada noche para encontrarla, le hizo sentirse querida, de un modo que hacía tiempo que no sentía. Hablaron durante horas bajo la llama del pebetero y las estrellas.

A partir de aquella noche se encontraban la chica de Japón y el fantasma del siglo XVIII a diario, aunque lloviese, aunque hiciese un frío que pelaba. Durante el día soñaba despierta esperando a que oscureciese, a que la calle quedase desierta y a que Ulrich saliese de detrás de la morera. Aquellas noches felices él le hablaba de cuando siendo niño su padre y él había abandonado su ciudad natal para dedicarse al comercio, de su trabajo como paraire, de cómo había entrado en la Coronela. Y ella le contaba cosas de su viaje hasta Barcelona, omitiendo el tema del avión y de su trabajo en una multinacional, de lo que había aprendido aquel día y de todo lo que deseaba hacer y ver; Ulrich siempre le repetía que cuando la guerra acabase podría hacer todo aquello que deseaba y ella, sintiéndose algo culpable por no decirle toda la verdad, asentía con la mirada clavada en el millar de estrellas que les acompañaban todas las noches.

—Si algún día os sentís sola, Yumi, mirad a las estrellas, yo las estaré mirando también.

Y ella, como si fuese una cría, no pudo reprimir un par de lágrimas, porque Yumi sabía la verdad y que daba igual cuanto mirara las estrellas porque lo que les separaba era más grande que el propio universo. Ulrich se había convertido en lo más similar a un amigo que jamás había tenido, alguien en quien confiar, alguien con la que sentirse protegida, alguien con quien pasarlo bien charlando y sin necesidad de medir todas las palabras.

Aquella noche el cielo estaba nublado y hacía frío, pero a Yumi le daba igual. Leía sentada al lado del pebetero oliendo el perfume de las flores y de las hojas de morera esperando a que Ulrich llegase. Concentrada en la lectura no se percató de que él había llegado y de que la estuvo observando desde la otra punta del Fossar largo rato como si fuese una de las imágenes de Santa María del Mar, hasta que sobre las letras impresas apareció una hermosa rosa roja como la sangre.

—¿Es para mí?

—Sí. Es poca cosa —murmuró—, lo siento, pero bien... ya sabe que no es fácil encontrar algo en buen estado en medio de este sitio, los bombardeos y la hambruna... Quedan pocas cosas dentro de las murallas.

Ella le sonrió, lo cierto era que no podía imaginarse como era sufrir aquel asedio y bombardeos constantes, el hambre, la desesperación, el dolor, las enfermedades. Siempre se preguntaba si él sabía que estaba muerto y si la veía tal cual era o como a una chica de su época; le daba miedo preguntar y perder aquello que tenía. A veces se sentía como si caminase por una cuerda floja suspendida a cinco metros del suelo y sin red.

—Es la más bonita de todas, estoy segura.

—No... tanto como tú, Yumi. —La voz de Ulrich se había convertido en un susurro ahogado por la timidez. Sonrojada de pies a cabeza, Yumi, le miró fijamente, era como sacado de un sueño—. Me gusta tu pelo tan negro y tus ojos rasgados.

—Gracias —dijo.

—Tengo que marcharme, Yumi. —Ulrich le acarició la mejilla y después se puso en pie.

—¿Tan pronto? ¿No puedes quedarte un rato más?

—Mañana tengo que defender la muralla —pronunció con un destello de responsabilidad en sus ojos castaños.

Yumi sintió un escalofrío y el peso del terror oprimiéndole el pecho. No era posible.

—No vayas, por favor —dijo cogiéndole por el reverso de la manga izquierda con tanta fuerza que parecía querer arrancarle la manga—. Por favor, quédate conmigo... Aquí estamos bien, ¿no? Quédate aquí...

Su súplica sólo obtuvo una sonrisa como respuesta, Ulrich le masajeó los nudillos hasta que su agarre perdió fuerza, después le apartó la mano con mucha suavidad y le dio un beso tan suave como un suspiro. Las lágrimas le rodaron por las mejillas cuando él se desvaneció dejando tras de sí un «hasta mañana» que le rompió el corazón. Había estudiado la Guerra de Sucesión y sabía bien que, Ulrich, era un fantasma, uno de los muertos enterrados en el Fossar de les Moreres, un héroe anónimo; alguien a quien la gente rendía homenaje durante el Once de Septiembre pero del que nadie sabía el nombre.

Yumi se dio cuenta de que se había enamorado de Ulrich y eso la hizo llorar como si el mundo fuese a acabarse mientras entre sus manos sostenía la rosa roja que él le había entregado y que era tan real como ella misma.

Bajó cada noche al Fossar pero él nunca volvió aunque a Yumi le parecía verlo en cada sombra de la calle con sus ojos castaños y su sonrisa decidida orgulloso de defender su ciudad.

Fin

Aclaraciones:
En realidad antes de 1989 el Fossar de les Moreres no existía como hoy en día, había pisos construidos encima. Cuando se pavimentó con los ladrillos rojos como la sangre se trasladaron todos los cuerpos por una cuestión de salud pública. Si venís a Barcelona y pasáis a visitar la Basílica de Santa María del Mar (visita obligada) veréis el Fossar a través de una de las puertas laterales, siempre está lleno de ofrendas florales de los ciudadanos de Catalunya. El Fossar no es sólo un monumento fúnebre dónde se homenajea a los caídos durante la Diada Nacional de Catalunya. Suscita mucha curiosidad el hecho de que nuestra fiesta nacional conmemore una derrota, pero tanto el Fossar como la Diada tienen un mensaje "da igual cuantas veces caigas, mientras te quede aliento te puedes volver a levantar". 
Botifler/a: durante la Guerra de Sucesión se llamaban así a los partidarios de Felipe V. 
Compañía de los Paraires: una de las divisiones de la Coronela de Barcelona, la integraban los paraires o lo que es lo mismo los que preparaban la lana para ser tejida, seguro que en castellano existe un término concreto, pero lo desconozco y el traductor de google no me da ninguna traducción, así que si alguien lo sabe que me lo diga y lo edito, gracias. 
Kiyomizu-dera: "templo del agua pura". Es, seguramente, el templo más famoso de todo Japón, está ubicado en la ciudad de Kyôto. El nombre de Kiyomizu-dera se refiere a varios templos budistas, pero por norma general quien lo menciona se refiere al templo Otowasan Kiyomizudera. Data del año 798 y toma el nombre de las múltiples cascadas que bajan de las colinas cercanas que están dentro del complejo del templo. "Kiyo" se traduce como "pura, clara o limpia" y "mizu" significa "agua". Es una de las visitas obligadas para todo aquel que vaya a Kyôto. 
La Coronela de Barcelona: Durante los sitios de Barcelona (1697-1714) se encargaron de la protección de la ciudad intramuros, dentro de la Coronela había varias compañías: Compañía de los Paraires, Compañía de los Curtidores, Compañía de los Carniceros, Compañía de los Jóvenes Sastres, Compañía de los Zapateros, Compañía de los Cerrajeros, Compañía de los Hortelanos de San Antonio y Compañía de los Horneros y Panaderos. Cada compañía tenía sus colores representativos. 
Llumeneta: traducido al castellano sería "lucecita" o "luciérnaga", en las zonas costeras "llumeneta" también se emplea para referirse al Foc de Sant Elm (fuego de San Telmo) es un fenómeno atmosférico provocado por una descarga eléctrica que ioniza el aire y crea una especie de llamarada eléctrica espectacular y varios rayos asociados que caen en cascada. Os dejo una imagen (eliminad los espacios) www. nauticahoy. com. ar/blog/wp-content/ uploads/2007/10/fuegos-de-san-telmo. Jpg 
Somnis d'Or: en castellano "Sueños de Oro".

Escrito el 02 de noviembre de 2011

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