domingo, 2 de mayo de 2010

ADQST Capítulo 03.- Viejos enemigos



Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France 3.
Viejos enemigos

El reloj digital de Jérémie marcaba las tres y treinta y seis minutos, la calma reinaba en l’Hermitage, sólo rota temporalmente por los truenos en el exterior. En la entrada, una llave se deslizó en la cerradura y el sordo chasquido del cerrojo resonó en el vacío recibidor.

Ulrich y Yumi entraron empapados, de pies a cabeza y haciendo esfuerzos por no reírse.

La cena había sido un desastre. El camarero, que sin lugar a dudas era la primera vez que cargaba con más de un plato, había lanzado los tortellini de espinacas y salsa de queso sobre los pantalones de Ulrich y, poco después, un botellín de agua sobre ella. La mitad de la gente del pequeño restaurante había acabado con la ropa llena de comida. Durante el trayecto hasta la sala de conciertos les había llovido, ¡y ellos sin paraguas! El grupo era un completo caos, la mejor parte de su actuación era cuando estaban calladitos y a distancia de los instrumentos. En el camino de vuelta, con ataque de risa incluido, el autobús se había estropeado a penas diez metros después de que subieran, la lluvia se había convertido en un diluvio y no habían encontrado un solo taxi en todo el trayecto.

Un potente trueno resonó asustándoles. Había caído cerca, muy cerca. Se asomaron por la puerta, que aún no habían cerrado, y vieron una pequeña columna de humo más allá del bosque, cerca del internado. Ambos supusieron que el humo provenía de un árbol ¿de dónde si no?

Ulrich cerró la puerta y echó la llave. Todo lo que tenían que hacer era darse una buena ducha de agua caliente y dormir.

Aquella mañana el cielo estaba cubierto de nubes negras, ya no llovía, pero el mal tiempo se negaba a abandonar la villa. El aire olía a tierra mojada y hierba húmeda y hacía algo de frío.

Sissi levantó la persiana de la habitación que compartía con Odd, y arrugó la nariz al ver el panorama.

—Qué asco de día —refunfuñó cogiendo las cosas para darse una ducha.

—¿Qué tiene de malo? —preguntó Odd frotándose un ojo aún adormecido— ¿Pensabas hacer algo especial?

—Pensábamos —le corrigió de mal humor—. Vamos a pasar la mañana con mi padre.

Abrió los ojos de par en par despertándose de golpe. No había vuelto a pensar en Jean-Pierre Delmas desde que Sissi y él se fueran a vivir a Sidney y a donde les llevasen las giras del grupo. Se levantó y la siguió hasta el baño, su expresión había pasado del sueño y cansancio a la preocupación en cuestión de segundos.

—Creía que os ibais de compras o algo así.

—Te lo dije antes de venir, Odd —dijo quitándose la ropa—. Las compras son esta tarde.

—Genial —pronunció con sarcasmo—. Será como volver al Kadic.

Sissi gruñó con desagrado y le empujó fuera del baño. Un mal augurio para lo que acabaría ocurriendo durante la mañana.

Y es que el temor de Odd Della Robbia estaba más que fundado. Jean-Pierre Delmas no llevaba muy bien que su adorada hijita Sissi se hubiese enamorado e ido a vivir con el bala perdida de Odd, lo consideraba un buen chico, sí, pero poco adecuado para ella. Al fin y al cabo su historial en el Kadic le daba la razón, malas notas, faltas injustificadas, los secretitos que tenía con sus amigos y también las pullas que le lanzaba a su hija.

Cuando ella estaba presente se esforzaba por disimular, pero en cuanto se alejaba su cara cambiaba radicalmente, hasta tal punto, que al muchacho no le salían ni las bromas más tontas que solía hacer cuando estaba nervioso. Al menos Sissi parecía encantada, no había notado nada raro y su humor era esplendido.

Aquella mañana Odd y Sissi no fueron los únicos que salieron de l’Hermitage. William, que empezaba a incomodarse con “los fantasmas del pasado”, alquiló un coche y condujo durante horas sin rumbo fijo pensando en que podía hacer. Tenía dos grandes problemas; el primero era la escapada de Ulrich y Yumi y su renovada íntima amistad, tan molesta para él; y el segundo, en las últimas horas los recuerdos de X.A.N.A. eran más vivos que nunca, tanto que le parecía seguir bajo su dominio.

—“¿Y ahora qué? —pensaba—. Si les digo lo que me pasa desconfiarán de mí… y eso significaría quedarme a un lado.

Tomó el desvío hacia la estación de servicio que estaba unos metros más adelante, se estaba quedando sin combustible y se le había dormido el trasero. Definitivamente tanto él como el coche necesitaban un descanso. Se detuvo frente a un surtidor y repostó, pagó y aparcó a un lado.

En la estación de servicio había unas pequeñas galerías comerciales, dedicadas, prácticamente en exclusiva, a los turistas y una cafetería. Optó por tomar algo, un café bien cargado y un sándwich no le vendrían nada mal.

Se abstrajo pensando en los problemas que dio a sus compañeros, todo por culpa de su impulsiva forma de ser. Se había emocionado tanto, aquella primera vez en Lyoko, que ignoró por completo las advertencias y peticiones de Jérémie y Aelita, eso había desembocado en el desastre. Les había eliminado en cientos de ocasiones, y, cada una de ellas, le dolía en lo más profundo. Todo fue su culpa.

El tono de su teléfono móvil le sacó de sus pensamientos. Era Yumi. Eso le hizo sonreír y recuperar gran parte de su buen humor.

—No puedes vivir sin mí, ¿eh? —contestó burlón.

—Claro, claro —replicó ella con seriedad—. ¿Dónde te has metido?

—Pues… verás… —Suspiró pensando en que podía decirle—. Quería ir a un sitio, pero… qué más da. Oye, Yumi —dijo cambiando el tono de voz a uno preocupado— ¿ha pasado algo?

—¿Volverás pronto? —preguntó sin contestarle.

—Sí. Pero ¿qué es lo que pasa?

—Quiero que vuelvas. —Su voz se quebró como si llorase.

A William se le heló la sangre, ella nunca le había pedido que volviese aunque le pasase algo, siempre le esperaba, y no era tan vulnerable como para llorar en mitad de una conversación telefónica, así que algo espantoso tenía que ocurrirle.

—¡Yumi! ¿Dónde estás? —exclamó preocupado.

—En l’Hermitage… ven, por favor —suplicó en un hilo de voz.

No necesitó oír nada más. Se puso en pie rápidamente y salió corriendo con el móvil aún en la oreja.

—¿Te has hecho daño? ¿Alguien te ha hecho daño? —chilló sin poder controlar su nerviosismo—. ¿Yumi, Ulrich te ha hecho daño?

—William…

La llamada se cortó en ese instante, miró el aparato incrédulo y se apresuró a marcar su número, pero no tuvo éxito, la operadora le informó de que el móvil estaba apagado o sin cobertura. Maldiciendo se metió en el coche y condujo rozando el límite de velocidad deseando que Yumi estuviese bien.

Cuando llegó a la casa se quedó petrificado al ver en el jardín delantero a Odd, Ulrich y Yumi riendo con unos refrescos en la mano. Abrió la puerta bruscamente y se acercó a ella corriendo.

—Yumi ¿estás bien?

Ella parpadeó mirando fijamente como se arrodillaba a sus pies.

—¿Qué? —Alcanzó a articular perpleja—. Estoy perfectamente, ¿no me ves?

—Pero… ¿y tu llamada? ¡Estabas llorando, me has pedido que volviera!

—William, yo no te he llamado. —Puso una mano sobre la mejilla de su amigo, se le veía tan asustado arrodillado frente a ella—. Diría que alguien te ha gastado una broma de mal gusto.

—Era tu número y tu voz.

Los muchachos se miraron entre ellos, la preocupación de Dunbar no era fingida así que algo extraño estaba ocurriendo.

En el salón Sissi, Aelita y Jérémie tomaban café. La hija del director había insistido mucho en que debía hablar con ellos de algo muy importante, por lo que el matrimonio aceptó. Pero hasta el momento la conversación había girado en torno a los años vividos en el Kadic, y muchas de las cosas que comentaba no les traían muy buenos recuerdos. Aelita se echó a temblar sin causa aparente, Jérémie angustiado puso sus manos sobre sus temblorosos hombros.

—¿Qué te pasa?

—He… he oído un grito espantoso —logró pronunciar.

—Yo no he oído nada…

—Nadie ha gritado —replicó Sissi.

—Nosotros también lo hemos escuchado, Jérémie —dijo Yumi entrando.

Ulrich apareció tras la japonesa seguido de Odd y William. Aelita se relajó un poco al saber que no eran imaginaciones suyas, sentía un gran alivio por ese lado, pero aquel grito había sonado tan desesperado que le horrorizaba.

—¿Insinuáis que Belpois y yo estamos sordos?

—No, yo tampoco lo entiendo, nena. —Odd pasó el brazo por la cintura de su chica.

—Sólo nosotros cinco… —murmuró Yumi sin que nadie lograse escucharle.

La conversación se volvió confusa para ella mientras trataba de atar cabos, tenía que haber un motivo por el que ni Sissi ni Jérémie hubiesen escuchado nada. De sus labios escapó una exclamación al hallar la respuesta, era tan evidente que ni lo había pensado, la atención de todos se había centrado en ella.

—¿Qué pasa? —Ulrich dudaba en si debía acercarse más a ella o permanecer donde estaba.

—Aelita, Odd, William, tú y yo. —William enarcó una ceja por el “tú y yo”—. Los cinco tenemos algo en común.

Se pusieron a pensar, pero todo lo que se les ocurría eran cosas que habían hecho los siete, ir al Kadic, comer en el comedor, las clases con los mismo profesores…

—Lyoko.

—Sissi no ha ido pero Jérémie sí, tu teoría falla. —Le hizo ver Odd.

—No —replicó Aelita—. Jérémie fue, pero a diferencia de nosotros…

—Nunca estuve en el sector cinco —acabó la frase de su mujer.

—¡Alto! ¿Qué es ese Lyoko y lo del sector cinco?

Sissi se sentía perdida, lo de Lyoko le sonaba haberlo leído en el diario de Ulrich aquella vez que se lo había robado, pero lo del sector cinco no sabía por donde tomarlo.

—¿Sector cinco? —Odd trataba de encontrar una explicación que darle—. Hemos dicho….

—Cuando estábamos en el Kadic… —empezó Jérémie, ahora que Odd y Sissi estaban juntos suponía que ella les guardaría el secreto, además en caso de que lo contase era muy poco probable que alguien la creyese— encontré un ordenador en la fábrica abandonada, dentro de él había un mundo virtual con una entidad malvada que…

—Lo que intenta explicar Einstein —intervino Ulrich— es que nosotros cinco viajábamos a ese mundo virtual llamado Lyoko mientras él se encargaba de guardarnos las espaldas usando el ordenador.

—Yo vivía allí hasta que Jérémie encontró el modo de sacarme.

—¡Ja! —Rió irónica—. No hace falta que os inventéis cosas si no me lo queréis explicar.

—Sissi, es la verdad.

Belpois salió de discretamente sin que sus amigos se diesen cuenta. Les dejaría a ellos dar las explicaciones. Tenía algo importante que hacer, subió a su habitación y recuperó su viejo portátil, aquel del que no se separaba en el Kadic, cogió la toma de corriente y bajó de nuevo. Los chicos seguían con la labor de poner en antecedentes a Sissi.

Hizo a un lado a William que le bloqueaba el acceso al enchufe y lo conectó todo para encender el ordenador. Se desesperó, no recordaba que fuese tan lento. Una vez en marcha habló:

—Voy a escanear Lyoko.

—No es por llevarte la contraria, Jérémie —dijo William—, pero si mal no recuerdo apagamos aquel cacharro hace tiempo.

—Si está apagado el programa no responderá. —Se subió las gafas en un acto reflejo rezando interiormente para que todo siguiese desconectado. Pero entonces el portátil emitió un pitido—. ¡Oh, no! —exclamó—. No sé como, pero el superordenador vuelve a estar en funcionamiento… —Se tapó el rostro con las manos—. Y lo peor de todo… hay una torre activada.

—¿¡Qué!? —gritaron al unísono todos menos Sissi.

—Un segundo. Pensemos un poco —dijo Yumi tratando de mantener la mente fría—. Alguien ha debido ponerlo en marcha. Pero de todos modos… si es X.A.N.A. quien ha activado esa torre deberíamos poder volver a apagarle sin problemas. Sin el sistema de replikas no tiene a donde ir, ¿no?

—Tienes razón, en parte. —Respiró hondo procurando ordenar sus ideas—. Tal vez ha activado la torre para volver a poner en funcionamiento el sistema y escapar como la última vez y…

—¡Dejad ya el blablabla! ¡Vamos a luchar! —gritó Odd excitado por la perspectiva de volver a patear a X.A.N.A.

Todos estuvieron de acuerdo con sus palabras y corrieron en dirección a la fábrica a través del pasadizo del cobertizo. La sala se iluminó cuando entraron, todo estaba igual, a excepción de la cantidad de polvo que se había acumulado. Jérémie tomó asiento y empezó a teclear, mientras el resto esperaban órdenes.

—Venga a los escáners —dijo adoptando aquella vieja actitud de genio loco.

Sissi se quedó junto a él y el resto subieron al ascensor que les llevó a la sala de los escáners. La voz de Jérémie resonó en la sala cuando las puertas se cerraron.

—Transmitir Odd. Transmitir William. Transmitir Yumi. Escanear Odd. Escanear William. Escanear Yumi. ¡Virtualización!

Los tres cayeron en la región de los bosques, todo estaba tal cual lo recordaban. X.A.N.A. había recuperado el diseño original de Lyoko. Aelita y Ulrich aterrizaron junto a ellos.

—La torre activada está al norte de vuestra posición —dijo la voz de Jérémie desde ninguna parte.

—Bien. En marcha —dijo Ulrich echando a correr.

Los demás le siguieron. Era genial volver a esta allí.

—Os dejo al cargo de Sissi, voy a ver por que vuelve a estar operativo el superordenador.

Se quitó el auricular de la oreja tendiéndoselo a Sissi.

—¡Pero! ¡yo no tengo ni idea de cómo funciona este trasto! —se quejó.

—Es muy fácil, todo lo que tienes que hacer es vigilar la pantalla —dijo señalando el monitor—. Los triángulos verdes son nuestros amigos, el amarillo Aelita, los rojos los enemigos. En las fichas verás cuantos puntos les quedan.

—¡Espera Jérémie!

Pero él había corrido hacia el ascensor y ya no podía oírle. Se sentó de morros frente a la pantalla y se puso el auricular.

—Ah… ¿hola? —balbuceó con torpeza.

—Te oímos —le contestó Odd.

—No hay triángulos rojos…

—¡No! Sin enemigos es muy aburrido —se quejó.

Aelita rió, su amigo no tenía remedio. William corría detrás de Yumi aún preocupado, había algo que no encajaba. Tenía un mal presentimiento.

—Se os acercan… ¿eh? —dudó—, unas cosas por ahí.

William silbó y puso su pesada espada sobre su hombro.

—Eso ha sido muy específico.

—¡Eh! no te metas con mi chica, guaperas.

—¡Megatanques! —exclamó Aelita.

Odd alzó los brazos y contoneó su cuerpo en uno de sus bailes triunfales con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Juliette! ¡Xantal! ¡Françoise! Gracias por venir a visitarnos.

Los chicos negaron con la cabeza antes de esquivar los disparos de los monstruos de X.A.N.A., Odd apuntó a uno de los megatanques pero falló dándole en el hombro a Yumi.

—¡Ay! —se quejó—. Apunta bien.

—Yumi, te quedan setenta puntos —le informó Sissi.

William se lanzó frontalmente contra un megatanque usando su técnica del superhumo cuando este atacó, emergiendo del suelo a tiempo para destruirlo. Ulrich les hizo señas a las dos chicas para que se hicieran a un lado, con el fin de distraer a los monstruos sin sufrir bajas.

Yumi lanzó uno de sus abanicos y Aelita una bola de energia al tiempo que Ulrich avanzaba.

—¡Triplicar! —exclamó el muchacho—. A ver si te atreves con nosotros, boliche.

—Se os acerca otra cosa —titubeó Sissi.

—Yo me encargo del cangrejo —dijo Yumi al ver al bicho acercarse.

—Buena suerte —desearon al unísono los tres Ulrich.

La nipona esquivó los láseres que lanzaba deslizándose entre sus patas, y lanzó su arma que lo rozó sin llegar a eliminarlo. Estiró su brazo derecho y puso la mano izquierda sobre su sien concentrándose para utilizar la telequinesia. En a penas unos segundos redirigió su abanico dando en el blanco.

—Vaya… —siseó—. Estoy en forma.

Corrió para volver junto a sus amigos. Ulrich venció al megatanque y William cubrió a Aelita del otro, Odd por su parte no hacía más que esquivar, había perdido práctica.

—Ve a la torre —le dijo Ulrich a Aelita—. Nosotros nos encargamos de esto.

Ella asintió y corrió en dirección a la torre con cierta nostalgia, ya casi ni recordaba lo que sentía cuando vivía allí. Entró y las luces de la plataforma se iluminaron, ascendió hasta el nivel superior, en el que apareció una pantalla azulada, puso su mano sobre ella.

“AELITA” marcó la pantalla que parpadeó “CODE:” surgió. Aelita no dudó un segundo e introdujo la clave “LYOKO”.

—Torre desactivada.

Odd derrotó al último megatanque al tiempo que el aura de la torre se volvía azul de nuevo. Aelita salió de inmediato reuniéndose con sus compañeros.

—¿Y ahora qué? —preguntó Ulrich— ¿Volvemos a casa?

—No. Tengo una idea y como Jérémie no está aquí para reñirnos…

Sonrió guiñándoles un ojo.

—Sissi, tienes que enviarnos al sector cinco.

—¡Estáis locos! No sé como hacer nada de eso.

—Introduce los datos que te voy a dar. —La tranquilizó Aelita—. Es muy sencillo.

Aelita empezó a dictarle, en el mundo real Sissi, introducía todos los datos en el superordenador. Finalmente tecleó la clave “Escipión”.

En Lyoko el transportador los llevó hasta el sector cinco. La sala azul, tan familiar, les envolvía. Poco a poco la compuerta empezó a abrirse. Los chicos corrieron hacia el estrecho pasillo en busca del interruptor.

—Sissi —llamó Aelita—. Busca una marca en la pantalla.

—¡Hay una cuenta atrás! —exclamó la morena desde la fábrica— ¡Va muy deprisa!

—Busquémoslo nosotros —dijo Odd.

Miraron alrededor. Había bloques que subían y bajaban, otros que giraban, un desfiladero muy estrecho en las alturas.

—¡Allí! —exclamó Ulrich—. Todo tuyo, Yumi.

La japonesa asintió y con la agilidad que le caracterizaba se abrió camino hasta el estrecho paso. Pero X.A.N.A. no estaba dispuesto a ponérselo fácil. Varias tarántulas cargaron sus láseres, la apuntaban a ella, y en el nivel inferior Ulrich, Odd y William no daban abasto para contenerlos y proteger a su compañera. Lo único que podía hacer era esquivar los ataques y acercarse lo más rápido posible al maldito interruptor.

Aelita gritó haciendo que todos sus compañeros la vieran caer al vacío. Yumi usó la telequinesia para frenar su caída y con suerte ponerla a salvo, era cuestión de tiempo que quedase extenuada o que un gusano le diese.

—¡La tengo! —gritó William sujetando la mano de Aelita—. ¡Venga sigue adelante!

Esquivó como pudo la ráfaga de láseres activando la llave antes de quedar desvirtualizada.

—Yumi…

—¿Qué le ha pasado? —gimió Sissi.

—Nada grave. —Odd disparó varias flechas contra los gusanos—. Ha vuelto a casa.

La joven se mantuvo pendiente de la pantalla, aunque no tenía muy claro lo que ocurría. Cuando su chico volviera tendría que darle muchas explicaciones por su propio bien. Se sobresaltó con el sonido de la puerta al abrirse. Yumi se acercó a ella y le sonrió para tranquilizarla.

—Ya me encargo yo. —La chica asintió y le entregó el auricular—. ¿Me oís? Sustituiré a Sissi.

—Envíanos los vehículos —gritó Ulrich—. Esto se pone feo, si tenemos que esperar nos eliminaran a todos.

—Estarán listos cuando lleguéis. —Empezó a teclear los códigos en el programa de los vehículos—. ¡Odd! ¡Tres tarántulas a tu espalda!

—¡Genial!

Sissi miraba curiosa la pantalla por encima del hombro de Yumi.

—Odd está bien —le informó.

En Lyoko los chicos corrían en dirección a la plataforma exterior donde había un terminal.

—Voy a buscar datos.

—Vale, nosotros nos encargamos de los enemigos —determinó el samurai.

—A… Aelita —llamó ajustándose el auricular—. Ha aparecido un mensaje cifrado en la pantalla ¿qué hago?

—Presiona F5 y dale al enter, el programa se encargará de todo.

—Recibido.

Los chicos competían por ver quien eliminaba a más monstruos sin pensar demasiado en la protección de su compañera, que recibió un disparo en la pierna. William y Ulrich pugnaban por ver quien era más veloz, Odd y Aelita pensaron, divertidos, que sus esfuerzos por impresionar a Yumi no iban a servirles de mucho estando ella en la fábrica.

Cayó el último de sus enemigos, habían limpiado la zona sin llegar a usar los vehículos.

—Ulrich te quedan diez puntos. William a ti cincuenta. —Rodó los ojos al escuchar un “¡Toma ya, tengo más puntos que tú!” de lo más infantil a través del auricular—. Odd cinco y Aelita veinte.

—Sólo unos minutos más, casi tengo los datos que necesitamos.

—Las mantas… —murmuró—. ¿Las veis?

Sugoi! —exclamó William.

Odd y Ulrich cogieron sus respectivos vehículos, William miró con fastidio el aerodeslizador de Yumi, hubiese preferido la moto.

—Tengo que decirle a Jérémie que me programe un transporte molón.

—Ey, que aquí venimos a luchar, no a fardar.

—Para ti es fácil de decir —le dijo a Ulrich esquivando un disparo—. ¡Eh, gatito! Cuidado no te den.

—Preocúpate de ti —replicó matando a una manta—. Sé cuidarme perfectamente —dijo antes de que un láser le alcanzase eliminándole.

—Odd… —murmuró Ulrich—. Vale. Hora de trabajar en equipo.

El moreno asintió, giró ciento ochenta grados para destruir a la manta que les atacaba por la espalda mientras Ulrich iba a por la que venía de frente.

—Yumi, te envío los datos.

En ese momento los dos chicos destruyeron a las mantas completamente compenetrados. Aelita les hizo señas para que volviesen junto a ella.

—¿Has encontrado algo interesante? —le preguntó Ulrich.

—Sí… bueno… —titubeó—. He encontrado algunos datos sobre X.A.N.A. y, me temo, que apagar el superordenador no servirá de nada.

—Alegra esa cara —le aconsejó Ulrich—. De nada sirve preocuparse antes de tiempo, pase lo que pase te ayudaremos.

—Si hay que patear a X.A.N.A. cuenta conmigo —dijo William con algo de rabia—. Tengo cierto asuntillo pendiente con él.

—Gracias, chicos. —Los abrazó con fuerza—. ¿Volvemos a casa?

—De acuerdo. Yo me cargo a William, tú a mi —le indicó a Aelita—, y él a ti ¿entendido?

Los dos chicos asintieron, contaron hasta tres y se desvirtualizaron.

Cuando regresaron a la sala del ordenador encontraron a Odd y Sissi abrazados y a Yumi aún sentada en la butaca.

—No ha estado nada mal —admitió Ulrich.

—¿Nada mal? —inquirió Odd— ¡Ha sido genial!

—Sí, ya, muy bien —refunfuñó Sissi—. Aún espero que me aclaréis de qué va esto.

El programa emitió un pitido, interrumpiendo a Sissi y anunciando que había finalizado su tarea de decodificar el mensaje. Las palabras aparecieron en la pantalla con total claridad:

Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper.
X.A.N.A., sector 5.
Torre. Aelita. Mar digital.
Replika, Alaska, laboratorio, reina. Hombres de negro, Anthea, arma, log, Lyoko.
Aelita, Hermitage, libros. Traidor, X.A.N.A., modificar. Suprimir, controlar, transformar, espía.
Azul, rojo, blanco, verde, negro. Torre.


—Un mensaje de mi padre —susurró con lo ojos llenos de lágrimas—. Mi padre sigue vivo en algún lugar.

—¿Tu padre? —Sissi enarcó una ceja y se cruzó de brazos.

—Es una larga historia —dijo Odd arrastrando las sílabas—. Te lo explico luego.

—¡Es genial, Aelita! —William la abrazó animado, no conocía todos los datos, pero recordaba lo que le había hecho X.A.N.A.

—Sí, es estupendo —apoyó Yumi y Ulrich asintió.

Jérémie subió por la escalerilla de la pared, con sumo cuidado, topando con la celebración de los chicos. Atrapó a Aelita al vuelo, cuando se lanzó a sus brazos exultante de alegría.

—¡Mi padre está vivo! ¡Nos ha enviado un mensaje!

—Qué buena noticia. —Trató de darle un tono jovial a su voz pero no lo logró. Ella aflojó su abrazo y le miró a los ojos, intentando leer en ellos lo que le ocurría. El muchacho suspiró—. Me alegro mucho, de verdad. Es sólo que…

Dio unos pasos atrás separándose de ella.

—¿Has descubierto algo, Jérémie? —preguntó Aelita tomando su mano— ¿Sabes por qué el superordenador vuelve a funcionar?

—Un rayo.

—La tormenta de anoche —sentenció Ulrich.

—Es muy probable, aunque no comprendo como ha pasado.

—¿Un rayo ha entrado por la ventana inexistente, le ha salido una mano y ha activado la palanca del superordenador? —Odd sacó su mejor tono irónico—. Vamos Einstein, eso no pasa ni en las películas.

—Cuando X.A.N.A. escapó hizo una copia de seguridad de si mismo, en algún lugar —explicó—. La potente descarga activó el programa y poseyó a un trabajador de la eléctrica para que activara el superordenador.

—Y… ¿cómo sabes que era de la eléctrica? —William hizo la pregunta que estaba en mente de todos.

—Por que duerme en la sala del superordenador. —Suspiró—. Tenemos que sacarle de ahí antes de que recupere el conocimiento.

—¿Qué vamos a hacer, Einstein? —Ulrich se recargó sobre la pared.

El rubio sonrió cansado paseando su mirada por sus amigos.

—En otra situación… no dudaría en apagarlo —dijo sin delicadeza—. Pero, lo siento… tengo que pediros que me ayudéis de nuevo. Tenemos que rescatar al padre de Aelita.

—Pensaba que no lo pedirías nunca. —Odd rió.

—Sobre eso… Jérémie —dijo Aelita—. Tenemos que hablar.
Continuará

Aclaraciones:
Sugoi:
fantástico, genial.
Lo del diario de Ulrich salió en el capítulo cuatro “Carnet de bord”.
Escrito el 02 de mayo de 2010

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