miércoles, 21 de octubre de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 23.- Contradicciones


Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha, yo sólo los he tomado prestados.

Capítulo 23.- Contradicciones

El sol salió puntual como siempre y con ello Aoshi se levantó ya sabía donde vivía el hombre que buscaban, eso contando con que no le hubiese dado por mudarse de los alrededores de un templo a otro. La dejó seguir durmiendo mientras él se aseaba y se aseguraba de conseguir comida para su salida.

En la cocina se encontró con los dos pelirrojos, Kenshin y Kenji le miraron con sus ojos cristalinos.

-Buenos días- sonrió con amabilidad Kenshin- Kenji-chan ve a buscar a mamá.

El pequeño Himura se fue con una enorme sonrisa en busca de su amada madre dejándolos a solas en aquella cocina.

-Siento lo de ayer, Aoshi.

-No sé de que hablas.

-Te incomodamos, por eso te marchaste ¿verdad?- sonrió con amabilidad.

-No, te equivocas- se adentró en la estancia con calma y seguridad- me fue bien hablar con vosotros. Me dolía la cabeza de verdad.

-¿Ya te sientes bien?

-Sí- le miró con firmeza-. Me pasa a veces.

-En ese caso- habló el pelirrojo poniendo el pescado en la plancha- deberías decírselo a Megumi-dono.

-No es necesario, es completamente normal.

-Aoshi… ¿puedo preguntarte algo?- dudó un poco, el Oni se limitó a asentir- ¿Cómo es eso de que Misao-dono te ha rechazado?

-Pues…

Enmudeció dudando en si debía contestar o no. Por otro lado estaba el hecho de que quizás dar una respuesta a algo tan privado pudiese repercutir negativamente en su relación con ella, al fin y al cabo ¿quién le aseguraba que Kenshin no fuese chismorreando?

-Entiendo- sonrió el pelirrojo- no tienes que contestar si no quieres, es sólo que… estoy algo preocupado por vosotros.

-Le he pedido que se case conmigo.

Se giró con los ojos como platos con una expresión de extrañeza e incredulidad que le fue imposible disimular, estaba demasiado sorprendido incluso para hablar. El Oni rodó los ojos por esa reacción sin saber como interpretarlo ¿acaso no podía querer a Misao? ¿No podía pedirle matrimonio?

-Yo quiero a Misao, no como a mi protegida, ni como una ninja, ni como mi Okashira…- murmuró en tono avergonzado- la quiero como la mujer que es- no pudo contener el sonrojo así que le dio la espalda en un pésimo intento por disimular.

-Sí- rió con amabilidad- eso me parecía.

-Vamos a salir- cambió de tema drásticamente- no contéis con nosotros para la comida, puede que tampoco para la cena.

-¿Aquel hombre?- le vio afirmar- ¿quieres que os prepare algo?

-Me harías un gran favor.

Se alejó de la cocina con rumbo a su habitación. Kenshin sonrió complacido con su descubrimiento y con el reconociendo al respecto de sus sentimientos por la ninja, cuando le habló sobre Misao aquella primera vez, en la mansión de Shishio, tuvo la sensación de tocar un punto importante en su corazón, más adelante le había dicho que ella ya no era una niña y nuevamente pareció reaccionar a algo. Algo cuya respuesta parecía haber encontrado de un modo bastante inesperado, pero evidentemente se alegraba por sus buenos amigos.

Reaccionó de repente abriendo los ojos de par en par, en realidad no había contestado su pregunta, seguía sin entender lo del rechazo.

Estiró la mano hacia el shoji y este se deslizó antes de que pudiese tocarlo. Sus ojos azules chocaron con los verdes de su protegida.

-¡Buenos días Aoshi-sa… Aoshi!- le sonrió al tiempo que se colgaba de su cuello- ¿cómo te encuentras? ¿Por qué no me avisaste cuando te sentiste mal?

-Estoy bien, Misao- correspondió a su gesto alzándola ligeramente del suelo y volviendo a meterla en la habitación-. Sólo me dolía la cabeza.

-¿Te sientes con fuerzas para continuar la búsqueda?

Asintió al tiempo que la dejaba en el suelo.

-Hoy iremos…

-No- cortó sin dejarla acabar su frase-. Ya recuerdo donde vive.

-¡Qué bien!- sonrió-. Debo reconocer que su… tu memoria ha sido muy oportuna.

-No eres ningún estorbo- susurró en un tono apenas audible.

La comadreja le miró sin atreverse a preguntar, le había oído pero no sabía a quien iban dirigidas esas palabras o si en realidad no era más que un pensamiento fugado de sus labios, lo que fuera le provocaba una tremenda curiosidad.

-Hoy hará buen día.

-Necesito preguntarte algo- ella asintió- ¿me llegaste a odiar cuando te abandoné?

-Sí, claro que sí- sonrió traviesa observando la sorpresa y la tensión en el rostro de su tutor, no podía evitar buscar esa repentina expresividad en él-. Bien, eso es lo que me gustaría decir.

Misao se encogió de hombros al tiempo que él relajaba su cuerpo.

-No será por que no lo intentase. Cuando se… os marchasteis Okina me explicó que no volveríais más, que nunca más os vería, pero yo no le quise creer por que me habías prometido que nunca me dejarías sola- torció los labios en una mueca de disgusto-, así que me agarré a aquella promesa. Durante semanas esperé pacientemente, por complicado de imaginar que sea, hasta que empecé a asumir que era cierto y entonces puse todo mi empeño en odiaros a todos, Jiya incluido.

Rió divertida como respuesta a algo que seguramente estaba recordando pese a que él no encontraba nada divertido en eso.

-Cuanto más me empeñaba en odiaros peor era, las pesadillas volvieron y no tenía a donde escaparme. A modo de venganza, estúpida y sin sentido, me encerraba en tu armario por que tenía la esperanza de que eso te enfadase y vinieses a reñirme por ello. Al final me rendí, es ridículo luchar contra algo que no puedes vencer, y fue entonces cuando decidí salir a buscaros. Jiya se mostró encantado con eso, prefería que os buscase a que me dedicase a intentar odiaros.

-¿Eso es un no?

La comadreja alzó una ceja, al parecer su respuesta no era clara o él seguía dormido.

-Nunca te he odiado…

-Gracias.

Se encogió de hombros mirándole curiosa.

-Está-s muy extraño esta mañana.

Besó fugazmente su mejilla para dejar que saliese a vestirse, cuanto antes empezasen antes acabarían, tenía sensaciones contradictorias al respecto de aquel hombre.

El recorrido urbano dio paso al camino de montaña rodeado de árboles y maleza. Intentar ayudarla a pasar los diversos obstáculos era inútil, no estaba dispuesta a mostrar ningún tipo de debilidad o flaqueza.

-¿Puedo hacerte un pregunta?- rompió el silencio Misao.

-Adelante.

-¿A qué se debe tanta curiosidad? No me malinterpretes, es que…

-Me desconciertas- admitió-. Cada vez que creo entenderte recuerdo algo que hace que te entienda menos.

Se detuvo frunciendo el ceño y él hizo lo mismo quedando a unos pasos de distancia.

-No deberías estar aquí, tendrías que odiarme o al menos despreciarme- se encogió de hombros retomando el camino-, no soy una buena influencia para ti.

-Como si eso importara- murmuró molesta.

-Sí que importa.

-No, no importa. Es mi vida y hago lo que quiero con ella- cruzó los brazos sobre el pecho alzando la voz al ver que él no se detenía-, soy lo suficientemente mayor para saber que me conviene y que no, y lo mismo se aplica al resto de decisiones que pueda tomar.

-Eso lo sé, pero creo que no piensas con la suficiente objetividad.

La comadreja soltó un bufido y caminó apresurada para llegar hasta él, no se molestó en ocultar su enfado.

-Muy bien, siento no ser objetiva o ser idiota o lo que sea. Pero no creo en las buenas o malas influencias, no soy tan estúpida como para dejarme arrastrar a algo que no quiero.

-¿Quién te ha enseñado a ser tan testaruda?

-Me viene de familia.

El tono de orgullo en su voz le hizo reír entre dientes.

-Genial- le miró con falsa indignación-, he contado algo divertido.

-¿Alguna pregunta más, Misao?

-Sí- contestó frunciendo el ceño de nuevo- ¿tiene miedo? Ah… bueno no sé si miedo sería la palabra correcta.

-Especifica.

-Yo no sé como es eso de no acordarse de nada, pero creo que acabaría volviéndome loca de remate.

-La incerteza está ahí, pero tengo lo que necesito para no volverme loco.

Le tendió la mano al tiempo de pasar sobre unas rocas que se habían desprendido ayudándola a pasarlas sin que su tobillo sufriese innecesariamente, había cedido milagrosamente.

-Si te pidiese que confiases en mí y nos marchásemos lejos ¿vendrías conmigo?

-Jiya se volvería loco si hiciese algo así.

-No pregunto por él.

-Seguramente…

-¿Por qué motivo?- preguntó con seriedad- ¿por confianza? ¿Por obligación? ¿Por…?- dudó sobre el motivo que iba a pronunciar y decidió dejarlo en el aire.

-Por que habría un buen motivo para ello.

-Misao…- entrelazó sus dedos con los de ella- vayámonos a cualquier sitio lejos de aquí.

La demanda del ninja se le hizo muy tentadora, irse lejos, a cualquier sitio. Un sitio donde no estuviese Rin y donde no tener que preocuparse de las apariencias ni de las reuniones, nada de exigencias propias del Oniwabanshu.

-Me encantaría decir que sí- rió-, pero si dejase el trabajo a medias alguien se enfadaría conmigo.

Eso sonaba a algo que haría él, enfadarse por no acabar el trabajo, así que comprendió que se refería a él.

El resto del camino resultó más sencillo de lo que parecía, no hallaron más obstáculos pese a ser un sendero de montaña, algo de agradecer dada la tozudez de la ninja que se comportaba como si no le doliese nada.

Una pequeña cabaña se alzaba entre los árboles y frente a ella un hombre cuidaba del pequeño huerto adyacente. Le reconoció nada más verle, su cabello se había vuelto completamente blanco, sin embargo sus ojos negros continuaban siendo igual que los había recordado. No pudo detener el avance de ella a pesar de su preocupación.

-Disculpe- sonrió al hombre- ¿Es usted Kojima Kento-san?

-¿Okashira?- la muchacha parpadeó curiosa- o debería decir… ¿Okashiras?

-¿Nos conoce?

-Claro que sí, Makimachi-dono.

-Misao- la llamó Aoshi con el vivo recuerdo de ‘matarla o cortarle el brazo’.

-Tranquilo Shinomori-kun…

-Podemos… ¿hablar en otro lugar?- sonrió Misao- tengo algo que…

-Preferiría hablar con él que contigo- dijo con tono amable- no es por que seas una mujer, no me malinterpretes, es sólo que quiero tratar un tema con él antes.

-Ah…

-No te preocupes, que el tema importante lo trataré contigo.

Abrió la boca pero no replicó sólo asintió con la cabeza y les observó adentrarse en la casa con una mirada triste. Resopló enfadándose consigo mismo ¿por qué tenía que sentirse triste? Debería enfadarse y usar al anciano como diana por semejante desplante.

En el interior de la vivienda Aoshi escrutó la pequeña habitación en busca de posibles amenazas, al no encontrar nada se relajó un poco, lo único que le parecía peligroso era el hombre que le daba la espalda con si nada.

Kento se aclaró la garganta.

-¿Es un estorbo?- preguntó de repente- no es una kunoichi de primer nivel, debe hacerte ir demasiado despacio.

-Eso es ridículo.

-¿Ah, si?

El ninja negó con la cabeza ante lo que consideraba una conversación estúpida y fuera de lugar.

-Sólo quiero asegurarme de tus intenciones para con ella. Me da igual lo que pienses en este momento de mi o de mi actitud- contestó sonriente-. No sé de que te acuerdas y de que no, pero la muchacha es de mi familia, además de la Okashira, y eso es lo que me importa. Colaboraré en lo que sea mientras venga de ella, incluso en tus estrategias, pero quiero asegurarme antes de tus intenciones.

-Misao es mi protegida.

-¡Ah no! A mi no me vengas con el cuento de protegidas, aprendices, alumnas ni bailarinas cojas…

El ninja frunció el ceño sin saber que respuesta esperaba escuchar.

-Eres lo suficientemente mayor para hablar con propiedad ¿Eres fiel a la Okashira?

-Por supuesto.

-¿Tienes ansias de poder? O ¿buscas aprovecharte de la buena estima que tenemos de la Okashira? Ambos sabemos que tienes un pasado bastante turbio.

-No.

-Muy bien. Espero que no te ofendas por quedarte al margen- inspiró hondo-, pero sólo voy a hablar con ella, por lo que a mi respecta en estos momentos no puedo considerarte un Oniwabanshu en activo.

Con un ligero empujón le hizo salir de la habitación para regresar al exterior.

Misao jugueteaba con un gatito negro de ojos azul intenso, con un pedacito de comida le adiestraba con una increíble facilidad, a su orden se sentaba o acostaba, le hacía maullar o callarse, el hombre de pelo blanco la miraba con admiración y Aoshi no dejaba de sorprenderse de las cosas curiosas que sabía hacer la comadreja.

-¿Puedes hacerle llevar mensajes?

-Tendría que entrenarle más, pero se podría hacer.

-Muy interesante- sonrió el hombre-. Y ahora tratemos ese tema tan importante, Okashira.

-¡Sí!

Tomó la mano de la ninja y la llevó al interior de la casa ante la fría mirada del Oni, al que ignoró por completo, siempre había sido un hombre complicado.

-Cuéntame, Makimachi.

-Iada Ryusei-san me pidió que le localizase y le entregase esta carta- extrajo cuidadosamente el papel plegado.

-Te pido disculpas por el desplante- dijo desdoblando la carta-, debes saber que antes de hablar contigo necesitaba conocer algo acerca de Shinomori.

-Lo comprendo, no importa.

-Muy mal, jovencita. Debería importarte, eres la Okashira no un shinobi cualquiera, no puedes ni debes permitir que nadie te haga lo que he hecho yo- rió conmovido por su actitud-, tu mandas y los demás tenemos que obedecer, si tienes que hablar con alguien este debe mover la cola como un perrito obediente y seguirte ¿no te han enseñado nada Shinomori y Nenji?

Misao bajó la mirada no le habían enseñado nada de lo necesario el único que había hecho algo parecido era Saito y por interés. Había contado con la ventaja de que Aoshi siempre la acompañaba y estando él todos acataban las órdenes sin rechistar.

-Espera aquí, voy a por papel.

Miró a su alrededor estudiando el lugar, aquella sala se parecía mucho al antiguo despacho de Aoshi lleno de cosas impersonales y de varios estilos diferentes, algo propio de quien quiere confundir a los posibles espías que busquen información personal. La mesita tradicional extremadamente limpia y vacía, lo único que lucía allí eran una pluma y un tintero. Los estantes rebosantes de libros, la mayoría de ellos extranjeros y de varios géneros, desde novelas románticas hasta novelas bélicas. Sin duda eso imposibilitaba la labor de fijar el sexo y la franja de edad del dueño del lugar.

Se puso de pie atraída por los libros y deslizó la yema de sus dedos por los lomos de estos, algunos los conocía, los había leído o visto en el despacho de su tutor y otros desconocidos que no le importaría leer.

-Puedes llevarte los que quieras, mi vista no es tan buena como antes, sería una pena que acabasen en el olvido.

-Gracias pero no puedo aceptarlo.

El anciano suspiró por la prudencia y cordialidad heredadas de su mentor y que sin duda no correspondían al deseo real de la joven, tomó asiento en la mesa y se dispuso a escribir su respuesta al mensaje de su compañero. Mientras escribía la veía de reojo con los libros, sonrió y habló.

-Estante de arriba, quinto libro empezando por la izquierda.

Tensó el brazo como quien ha sido pillada cometiendo una travesura y se apresuró a buscar el que le había dicho. Era un volumen tradicional japonés, cosido con un cordón dorado, las tapas ligeramente más gruesas que las páginas interiores estaban desgastadas. Pasó los dedos sobre las letras escritas con tinta rojo sangre “Crónica del Bakumatsu”, parpadeó sorprendida y ojeó el interior los caracteres bien cuidados y la caligrafía tan regular delataban que el autor era un Oniwabanshu.

-¿No sientes curiosidad por lo que callan para protegerte?- preguntó tras ella extendiéndole la carta.

-Sí, pero…

-Shinomori es Akatsuki Shuichi, apuesto a que a los demás los identificarás con facilidad.

-¿Es…?

-Todo lo que hicieron mientras estuvieron aquí. Te lo regalo, te será útil.

-Gra… gracias.

-Tu también sales- rió emocionado-. Te puse un nombre ideal para alguien como tu.

-¿Ah?

-Kaguya ¿qué mejor que el nombre de una princesa para quién es capaz de aplacar la ira de Shinomori?

El rubor cubrió sus mejillas por la comparación.

-Tienes todo mi apoyo joven Okashira.

Mientras tanto en el dojo Kamiya, Kenshin realizaba su labor preferida, hacer la colada, cuando sintió una presencia conocida cerca de la entrada y antes de que tuviese tiempo de reaccionar las puertas se abrieron bruscamente y los ojos ámbar del visitante se entrecerraron escrutando el lugar con desden.

-Vaya, vaya, vaya, si es ‘battousai el esclavo de la tanuki’.

-Mi torpe alumno haciendo de criada…

-Maestrooooooooooooooooooooooooo…

Con un ágil movimiento propio de un discípulo del Hiten Mitsurugi el pelirrojo se lanzó directo hacia los brazos de su mentor y con un movimiento más ágil aún Hiko se hizo a un lado logrando que la rojiza cabeza de Kenshin se estrellase con fachada de la casa de al lado.

-¿Oro?

-¿Cómo tengo que decirte que no me gusta que me abracen los hombres, patán?

-Yukiko-chan, no te juntes mucho con los de esta casa o te contagiaran la estupidez.

-Sí, papi.

Kaoru se acercó hasta allí al oír las voces en la entrada seguida de cerca de Sanosuke, Yahiko y Kenji que observaron con horror la sonrisa cínica del lobo, algo terrible se les venía encima.

-Kamiya-san- la mujer del lobo avanzó hasta la más joven estrechando sus manos con fuerza- lamento que mi inoportuno marido nos haya traído sin avisarle antes, le ayudaré en todo lo que pueda, puede estar segura.

Los ojos ámbar de la niña brillaron con inocencia observando detenidamente a los extraños amigos de su papá, debían ser muy buenos amigos por que su papá nunca hacía largos viajes si no era cuestión de vida o muerte y claro, no veía a nadie muriéndose.

-Eiji-chan ¡vamos a inspeccionar!

-Yukiko, está no es tu casa, muestra más respeto- la reprendió Tokyo.

-Déjela jugar.

-Los niños a jugar.

-Sí Hajime- asintió Eiji tomando de la mano a sus dos hermanos y alejándolos así de los adultos.

-Battosai, haznos hueco.

-Pero…- Kaoru se estremeció de pies a cabeza, en su casa no había tanto sitio.

-¡Oh! Pero que amable eres, tanuki, gracias por acogernos.

Haciendo caso omiso del aura asesina que rodeaba a la joven morena el lobo dirigió a su esposa al interior del dojo y Hiko, aún en la entrada, se echó a reír por el morro de su compañero e inmediatamente siguió sus pasos.

-¿Por qué tienen que quedarse aquí? Que se quede Hiko-sensei no me importa ¡pero Saito!

-Kaoru…

La puerta volvió a abrirse y Kaoru se giró con una mirada cargada de ira, como se le ocurriera entrar a algún gorrón más lo iba a moler con su shinai. Su ira se desvaneció al ver al imponente ex-Okashira enarcar una ceja.

-¿Dónde… está Misao?

-En el mercado, no tardará en venir.

-¿Habéis encontrado a quien buscabais?

-Aa.

Pasó sin detenerse junto a sus amigos, lo único que quería era encontrar un rincón donde caerse al suelo sin que su orgullo e imagen saliesen mal paradas.

Flashback

Las puertas del Aoiya frente a sus ojos parecían mucho más grandes y gruesas que nunca, el ensordecedor latir desbocado de su corazón le aturdía, no iba a entrar, de hecho no podía hacerlo. Miró a Sanosuke que cargaba con el peso de Kenshin y sintió algo de envidia al saber que ellos serían bien recibidos en aquel lugar que era el único hogar que había conocido. Agachó la cabeza con la intención de marcharse discretamente mientras el resto eran recibidos como héroes, pero su acción se vio interrumpida por unos finos brazos enredados en su cintura, la miró sorprendido, después de todo lo que había hecho y aún le trataba con cariño, temeroso llevó su mano a su cabeza para comprobar que era real.

Tras varios minutos en los que lo único que podía oír eran los sollozos y susurros de Misao, y de tener clavadas las miradas de todos, Okina avanzó hasta él, apartó con ternura a la comadreja y haciendo un gesto a los Onis logró quedarse a solas con él.

-Escúchame atentamente por que no voy a repetirlo- gruñó-. Primero, si Misao en algún momento decide que quiere que te marches del Aoiya te irás sin excusas de ningún tipo, segundo, asumirás tu responsabilidad con el clan y aceptarás el castigo que entre todos decidamos, tercero, aunque ella quiera devolverte el cargo de Okashira no lo aceptarás mientras estés a prueba, cuarto, ayudarás en la reconstrucción del Aoiya, quinto- esbozó una sonrisa sombría, respiró hondo y rió al tiempo que palmeaba su espalda- ¡bienvenido a casa, muchacho, disfruta de la celebración!

-¿Eso es todo?

-Mmm…- lloriqueó- ¡Me duele mucho todo! ¡Eres muy malo Aoshi-chan! Con estas pintas las jovencitas no querrán tomar té conmigo.

-Okina.

-Confié en ti una vez y sé que tomé la decisión correcta, no hagas que me arrepienta de darte otra oportunidad.

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Había alguien allí, una presencia salvaje pero no era ninguna bestia. Extrajo con sigilo un par de shuriken de su gi y los lanzó al punto donde sentía aquella presencia obligando a quien fuese a salir de entre los matorrales.

Sus ojos azules toparon con el aspecto animal de un hombre. Su pelo castaño enmarañado caía enredado hasta su cintura y su barba desmadejada cubría la mitad de su pecho, en sus ojos color miel había un brillo de locura.

Sonrió al reconocer un espíritu luchador como ese, quizás las duras pruebas a las que se había visto sometido le habían otorgado una destreza sin igual. Cruzó los brazos y mirando a un punto lejano en los ojos del hombre, habló.

-Este no es lugar para un luchador extraordinario como tu. Hasta ahora nadie había logrado acercarse tanto a mí sin que le detectase.

Aquel hombre no abrió la boca pero sus ojos habaron por él, tras tanto tiempo alguien le trataba como a una persona y no como a un animal.

-Hay un sitio mejor para ti, el Oniwabanshu te dará lo que necesitas para ser mejor guerrero- extendió su mano invitándole- ven conmigo y no te arrepentirás.

Los ojos del futuro espía del Oni se humedecieron y sin dudarlo siguió a su jefe.

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¿Por qué no podía apartar los ojos de esa frágil figura?

Desde una roca algo alejada observaba a sus compañeros de Aoiya y a Okina chapotear en el río. Kuro, Omasu y Okina se dedicaban a empapar de arriba abajo a la pobre Okon que trataba de leer sin éxito, por su lado Misao y Shiro competían por ver quien salpicaba más al tirarse desde la rama de un árbol. Sin embargo nada de eso le importaba, sabía que si no lograba pronto despegar sus ojos de su protegida alguien se daría cuenta.

No entendía el motivo, si era algún tipo de atracción enfermiza… Okon y Omasu tenían unas curvas muchísimo más sugerentes y exuberantes que las de Misao, esa reacción debería tenerla con ellas no con su protegida.

Fin del flashback

Miró a su alrededor para comprobar que seguía solo y tras asegurarse de ello estrelló la cabeza contra la pared. Decididamente hubo un tiempo en el que era idiota de remate, inteligente y buen estratega, pero idiota.

Primero ¿cómo podía no saber algo tan simple? ¿Tan solo había estado siempre como para no saber reconocer lo que le ocurría? Segundo ¿atracción enfermiza? No eran familia, el ser su protegida no la convertía en su hermana, hija, prima, sobrina ni nada así, no tenían ningún lazo sanguíneo ¿tan malo era sentir algo así? Le parecía una soberana estupidez. Tercero ¿por qué siempre se recordaba en un rincón observando? ¿Tenía complejo de ermitaño? Vale que no le gustase la gente, las multitudes y ese tipo de cosas, pero Kami, cualquiera diría que era un asesino psicópata acechando a sus victimas apuntando a escondidas todo lo que podría hacer para destruirles. Su actitud sí que era enfermiza.

Unos pasitos doblaron la esquina y tras detenerse dieron la vuelta para volver atrás. Sin moverse un centímetro y con la cabeza apoyada aún en la pared suspiró.

-¿Por qué te vas?- preguntó.

-Lo siento… no quería molestar.

-Es tu casa.

-Sí- contestó secamente-. Pero usted es uno de mis invitados.

-Kamiya-san ¿te incomoda mi presencia?

-No. La de Saito sí- contestó con rudeza, se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos.

-¿Saito?

En Kyoto los miembros del Aoiya vivían los días de más trabajo del año y maldecían interiormente a Aoshi por llevarse a Misao a algún lugar indeterminado, había elegido un mal momento para decidir viajar acompañado. Estaban molestos también con Okina ya que cada vez que le preguntaban él se reía como un loco y contaba batallitas del pasado esquivando hábilmente a sus chicos, sin embargo había una que no estaba dispuesta a rendirse o aceptar la majadería del viejo.

Entró silenciosamente en la habitación de Aoshi, se sentó en mitad de esta cerrando los ojos. El característico olor del ninja inundaba la estancia incluso tras días de ausencia, deslizó los dedos por los tablones del suelo buscando una hendidura que le permitiese levantar alguno, tenía la esperanza de encontrar alguna pista de donde encontrarlo, finalmente dio con ello, levantó rápidamente las maderas examinando el espacio.

Rin suspiró decepcionada por lo que veía, allí únicamente estaba la caja vacía donde guardaba el uniforme y un libro occidental sobre armamento y estrategias de combate, algo muy propio de él, pero nada de información útil.

-Mi querido Aoshi, la zorrita te ha nublado la razón, no deberías permitir que interfiera en tu cometido- murmuró-. Nunca podrá complacer a alguien como tu, no es más que una mocosa estúpida y cuando me deshaga de ella ya nada se interpondrá entre tu y yo.

Rió cayendo en la cuenta de la falta de experiencia de la comadreja, puede que él lo hubiese dejado todo bien atado, pero ella seguro que habría cometido algún fallo. Se levantó veloz y haciendo gala de sus dotes de ninja se coló sin ser vista.

La decoración evidenciaba que la habitación pertenecía a una mujer joven, demasiado personal todo. Revisó las estanterías en busca de un diario pero lo encontró sobre el escritorio. Sonrió triunfante mientras lo hojeaba en busca de la última entrada. Su sonrisa de triunfo se congeló en su rostro al prestar atención a lo que ponía, un puñado de palabras inconexas y sin sentido se extendían a lo largo del cuaderno, y al final escrito en grandes letras ponía “ERROR. INTÉNTALO DE NUEVO”.

Continuará

Escrito el 20 de octubre de 2009

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