jueves, 25 de junio de 2009

EL AMOR DUELE... bajo presión



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

EL AMOR DUELE…

Cap 16.- … bajo presión

El lobo se acomodó en su butaca con una amplia sonrisa. Encendió un cigarrillo y disfrutó de esa sensación de tenerlo todo bajo su control. La mirada impenetrable del ninja lucía un leve brillo de desesperación, tenía que admitir que tenerle en ese estado frente a él, dejando a un lado su orgullo, le hacía sentirse importante y útil.

-Di algo- murmuró impaciente.

-Qué impaciente te has vuelto. La cuestión es, que tengo que irme a casa- sonrió divertido- así que vuelve mañana.

-¿Te estás vengando de algo?

-Qué va.

-No será qué has estado fanfarroneando de algo que no sabes ¿no?

Saito rió ruidosamente por el tono molesto e impaciente del ninja.

-Piensa lo que quieras. Mañana tráeme al noviete de la comadreja, me muero por conocerlo.

Se detuvo un instante antes de salir y observó a Aoshi temblar conteniendo la rabia. En su estado sería capaz de hacer cualquier estupidez y eso iba totalmente en contra de sus planes, así que optó por dedicarle unas últimas palabras.

-Mira, cubo de hielo, te voy a dar un consejo. No la presiones, dale espacio, ella no tiene la culpa de que tú seas estúpido.

-No lo haré

-No sé si fiarme.

Los dos hombres volvieron a sus respectivas casas, uno más animado que el otro, pero ambos con la certeza que la próxima vez que se reunieran la cosa debería avanzar de un modo positivo según los planes.

El ex-Okashira no se dignó en sentarse con los demás a cenar, no estaba de humor para aparentar normalidad e indiferencia. Sabía que si sentaba empezaría una guerra con una única ‘herida de gravedad’. Ignoró los ruegos y suplicas de la más joven y subió las escaleras sin ocultar su malhumor, lo único que necesitaba era encerrarse en su cuarto y dormir con la esperanza de que la mañana trajese un día mejor.

El sol emitió sus primeros rayos anunciando el alba sin perder tiempo se preparó para su ‘cita’ con la comadreja en el templo, al final con todo el lío de la pedida de mano no había podido pensar con claridad como iba a plantearle el tema, la teoría era muy simple, el problema eran sus palabras estúpidas.

Salió una vez arreglado, se llevaría alguna cosa que comer hasta la hora de la visita de ella. Se detuvo en el patio al verla poner incienso bajo el cerezo, hacía mucho tiempo que no le veía hacer eso ¿habría muerto alguien y no se había enterado?

Enfiló el estrecho camino al templo, meditó sobre como abordar el tema sin meter la pata, cosa en la que había descubierto ser todo un experto, no podía presionarla, debía ser justo con ella y dejarla explicarse y después, de ser necesario, suplicarle hasta que cayese rendida en sus brazos.

Misao llegó puntual con su té y una sonrisa resplandeciente en su rostro y aunque normalmente aquello servía para aliviar cualquier rastro de dolor de su alma aquella vez era muy diferente, aquella sonrisa le estaba partiendo el alma por que sabía que no iba dirigida a él.

-Su té, Aoshi-sama.

-¿Por qué estás tan contenta?

-Por que he tomado una decisión irrevocable- sonrió triunfante.

El Oni se estremeció, las decisiones irrevocables de Misao daban cierto miedo, era testaruda y una vez decidía algo ya no había vuelta atrás, se emperraba hasta que lo conseguía y en esa situación… lo más probable era que él saliese perdiendo, sin embargo, por extraño que fuese, la curiosidad pudo más que su intranquilidad.

-¿Sobre qué?

-Sobre mi futuro, usted me dijo una vez que podía decidir libremente con quien quisiera casarme- afirmó a sus propias palabras- y bueno… creo que ha llegado el momento de comportarme como lo que soy- miró a su tutor con determinación y él supo que sus palabras iban totalmente en serio-. Una adulta- sentenció.

Aoshi enarcó una ceja, sí, era adulta y, sí, siempre había sabido que ella tenía muy claros sus objetivos y lo que quería, eso era algo que se escapaba de su radio de acción. Un brillo de duda apareció en los ojos verdes de ella y en ese instante vio una puerta abierta, quizás aún podría revocar su decisión. Era el momento de moverse.

Llevó una mano a la mejilla de la muchacha y la otra la posó en su nuca acercándola a él, besándola sensualmente en la comisura de los labios.

-¿Piensas casarte con ese idiota?

-A-Aoshi-sama…

Dejó deslizar sus dedos por su cuello mientras la miraba fijamente logrando que se sonrojara.

-Si te casas con él me marcharé y no volverás a verme nunca más.

-Pe-pero…

Aoshi se levantó y se marchó dejando atrás a una extrañada Misao, de verdad que a veces no comprendía a ese hombre.

-Si Sei-chan lo dijo para molestarle…- confesó al silencio del templo.

En el camino que llevaba al bosque de bambú el ninja se golpeaba mentalmente por su estupidez, nuevamente no la había escuchado y encima había hecho justo lo contrario de lo que le había aconsejado Saito.

Deberían cambiarle el apodo “el genio ninja” por el de “el genio metepatas”, sí, ese le pegaba más.

Caminó hasta el mercado en busca del ‘novio’ de la comadreja, como esperaba estaba con su padre en la verdulería, el muchacho trató de huir al verle, pero Aoshi fue más rápido. Con una amabilidad impropia de él le pidió al hombre que le prestase a su hijo para hacer un pequeño encargo, y el hombre aceptó gustoso, siempre era un placer hacer negocios con el Aoiya.

Dirigió al muchacho hacia la comisaría sin mediar palabra con él, por su parte el más joven tampoco pronunció palabra, la adrenalina recorría su cuerpo y su garganta se había secado ante la posibilidad de ser futura comida para los peces.

Al verlos llegar Cho se hizo a un lado por lo que pudiese pasar. Aoshi abrió la puerta del despacho sin tan siquiera llamar, el lobo les recibió con más interés del habitual.

-Señor comisario, yo no he hecho nada malo- dijo alarmado el joven.

-Comisario…- arrastró cada sílaba saboreándola- suena bien…

El ninja empujó al muchacho hacia una de las sillas, no pudo frenarse a tiempo y acabó chocando contra el respaldo, Saito le miró divertido.

-Soy el inspector Fujita Goro. Siéntate cubo de hielo.

-¿Cubo de hielo?- preguntó curioso.

-Mudô Seichiro, tienes un expediente impecable- Saito ignoró la pregunta del joven- ¿a quién le importa eso? Veamos- sacó una copia del cuestionario que le había hecho días atrás al ninja y se lo dio al muchacho-. Contesta a eso.

El chico obedeció pese a no entender nada, sólo sabía que lo más prudente era no cabrear al policía no fuese a acabar en un calabozo ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿quién sabe? Cuantos menos riesgos tomase mejor. Tomó el pincel y contestó rápidamente a todas las preguntas, eran tan fáciles y a la vez desconcertantes ¿por qué le preguntaban cosas sobre Misao? Otro misterio para la colección. Nada más acabar le dio el papel a Saito completamente serio y aguardó paciente el veredicto, el lobo alzó una ceja, encendió un cigarrillo y rió ruidosamente.

-Retírate, cubo de hielo, no tienes nada que hacer contra él.

-“¿De qué va esto…?”

El ninja se limitó a negar con la cabeza aún más frío que de costumbre ¿retirarse? Antes muerto que se retiraba.

-Pobre cubo de hielo, esto te va a doler- sonrió de un modo siniestro inquietando a ambos jóvenes-. Ahora sí que vas a saber en que consiste ser hombre hecho y derecho.

En el Aoiya Misao caminaba arriba y abajo insistentemente por el patio, de vez en cuando se detenía y empezaba a morderse las uñas inquieta, y es que la actitud de su tutor la tenía extremadamente desconcertada. Desde la sala de descanso Shiro la observaba mientras le quitaban la engorrosa escayola del brazo y Omasu que estaba junto a él suspiró poniéndose en pie para detenerla antes de que hiciese un agujero en el suelo.

-¿Por qué estás tan inquieta?

-Omasu-chan… ¿puedo preguntarte algo?

-Adelante.

-El otro día en el Kikaku-ji Sei-chan le dijo a Aoshi-sama que íbamos a casarnos, y después vino aquí para pedirle mi mano a Jiya y a Aoshi-sama… pero sólo lo hizo por molestarle y… antes en el templo me ha dicho que si me casaba con él se marcharía y no volvería a verle más… ¿tú entiendes algo?- frunció el ceño poniendo las manos en su cintura- ¡Kami! Es que no le entiendo ¿por qué se va a ir? No soy su mascota ni nada así…

-Actúa como si estuviese celoso…

-Pero no lo está- contestó en un susurro.

-¿Por qué no le explicas que es todo un malentendido?

La comadreja la miró atormentada y se acuclilló en un gesto de lo más infantil.

-Es que no me escucha…

-Si no te escucha entonces grítale- sentenció la Oni-. Misao, que sea tu tutor no le da derecho a hacer contigo lo que le plazca. Y si quiere algo de ti que te lo diga claramente.

-Pero Aoshi-sama…

Lanzó un suspiro exasperada y se acuclilló junto a ella poniendo una mano sobre su cabeza.

-Pregúntale que quiere de ti o simplemente ignórale y haz lo que te de la gana.

-Hiko-san me dijo lo mismo…

-Amenázale con echarle del Aoiya- intervino Shiro con cara de dolor mientras movía su brazo entumecido-, ya te dijo Okina que si decidías echarle no tendría más remedio de irse.

-¡No puedo hacer eso!- abrió los ojos con espanto.

-Oye tonta, que decirlo no es lo mismo que hacerlo- farfulló molesto-. Mira, tu te acercas y le dices “¡Shinomori-san o me escucha o le echaré del Aoiya a patadas!”

Las dos Onis rodaron los ojos y a la vez barrieron sus piernas dejándole tirado en el suelo como un trapo.

Mientras el patio se sumía en el caos alguien invadía la habitación del ex-Okashira con un puñado de ropa interior de la más jovencita del Oniwabanshu en la mano, su anciana mirada brilló traviesa al tiempo que abría uno de los cajones del escritorio de Aoshi, aquel donde guardaba algunos cuadernos y los utensilios para escribir. Esta vez se aseguraría de que su antiguo jefe viese las maravillosas prendas que lucía su cerecita bañada en chocolate y que él se estaba perdiendo por estar todo el día en el templo.

Okina rió por lo bajo una vez realizada su fechoría y procedió a escabullirse hábilmente sin ser visto.

Continuará

Escrito el 24 de junio de 2009

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