viernes, 29 de mayo de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 20.- Juego de celos



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 20.- Juego de celos

Las vendas de Misao fueron el tema del día en el dojo Kamiya, hicieron apuestas sobre el motivo de su vendaje sin llegar a una conclusión clara, Kaoru creía que era por costumbre, Sanosuke y Yahiko que era para llamar la atención del cubo de hielo, Kenshin que quizás se había lastimado y Megumi que se debía a una noche de pasión desenfrenada con el ninja. Ajena a las dudas e interrogantes que estaba suscitando barría felizmente el empedrado de la entrada.

Sin embargo había alguien que tenía sus sospechas del motivo y si sus sospechas eran acertadas trataba de ocultar las marcas de su acción y seguramente esas no eran las únicas que tenía debido a la fuerza exagerada que había realizado sobre su delicado cuerpo con aquel abrazo.

Megumi observaba con detenimiento a ambos ninjas, ella tan feliz-despreocupada-inocente como de costumbre, él… bueno en su línea, como si no estuviese pero sin despegar la vista de la muchacha, empezaba a estar muy aburrida su cuerpo necesitaba el cariño y calor de cierto hombretón que se dedicaba a devorar sandía como si no hubiese un mañana. Bufó con desgana apartando con chulería su cabello. Alguien como ella enamorada de alguien como él, que irónico.

Se puso en pie con una idea traviesa en su mente, lo sentía por Misao pero iba a robarle a su hombre un ratito. Rió mirando al castaño que se limitó a devorar otra cuña de sandía más. Caminó seductoramente hasta el ninja y carraspeó para ganarse su atención.

-Ven conmigo, quiero hacerte una revisión.

-¿Para qué?

-Bueno, los golpes en la cabeza son peligrosos, quiero descartar posibles secuelas, sólo será un rato.

Miró de nuevo a Misao barrer de lo más animada y accedió a acompañar a la doctora, la idea de quedarse medio idiota no le gustaba nada, la siguió hasta una de las pequeñas habitaciones junto al porche donde estaban los demás. La kitsune cerró el shoji a sus espaldas sabiendo a ciencia cierta que había captado la total atención de Sanosuke.

-Aparte de la cabeza ¿alguna lesión más?

-Golpes sin importancia- dijo sentándose.

-Bájate la yukata- alzó una ceja ¿para que hacer eso si iba a mirarle la cabeza?- revisaré que no haya lesiones musculares y ese tipo de cosas.

La miró no muy convencido de aquello, pero bueno, ella era médico y seguro que sabía lo que hacía, tiró de la mangas dejando la yukata en su cintura aún sujeta por el obi. La doctora observo su musculosa espalda con un brillo de lujuria en sus ojos, ojala hubiese tenido oportunidad de manosear un poquito a aquel tiarrón mientras fue presa de Kanryu.

Recorrió sus hombros comprobando la flexibilidad de la articulación, la elasticidad de los músculos y revisando todo lo que se le ocurrió para tardar lo máximo posible, el muy maldito estaba como una rosa por no tener no tenía ni un triste moratón.

En el porche Sanosuke miraba insistentemente el shoji de la sala donde habían desaparecido la doctora y el ninja mientras golpeteaba el suelo con su pie sin parar, de hecho desde que entraran la atención del resto se había centrado en el luchador que parecía a punto de saltar. Su momento de tranquilidad y cotilleo se vio drásticamente interrumpido cuando se abrieron de golpe las puertas del dojo y de muy malas maneras entraron cuatro enormes hombres.

-¿Quién de vosotras dos es Kamiya Kaoru?

El más grande de ellos tomó a Misao por la trenza, dejó escapar un ligero quejido, esa vez su instinto funcionó antes que su razón, sacó velozmente uno de sus kunai y con la misma velocidad cortó su pelo viéndose liberada del agarre de aquel tipo asqueroso, acto seguido pateó su cabeza dejándolo tirando en el suelo.

-¡Me has dado un susto de muerte gigante idiota!

El grito de la comadreja llegó a sus oídos, Aoshi corrió con su torso desnudo hasta su protegida temiendo que los intrusos pudiesen ser enemigos mortales. Miró con desconfianza a los tres hombres que quedaban en pie y sin esperar a saber si eran amigos o enemigos los dejó tirados en el suelo con su kenpô que no recordaba haber aprendido pero que era muy útil.

-¿Se puede saber quienes son esos idiotas?- preguntó la comadreja apuntándolos con la escoba.

-Ni idea…- Kaoru se arrodilló junto a uno de los hombres- no los había visto antes…

-Yo tampoco- confirmó el pelirrojo- sin embargo preguntaban por ti, Kaoru.

Megumi avanzó hasta sus compañeros revisando su estado, asegurándose de que no hubiese heridos a los que atender.

-¡Aaaaaaaaah! ¿¡Cómo demonios se te ha ocurrido hacer semejante cosa!?- chilló horrorizada Megumi señalando el pelo de Misao- ¡es horrible, horrible!

-¿Ah? Sólo es pelo, ya volverá a crecerme…

-¡El pelo forma parte del atractivo femenino, tonta!- se cruzó de brazos- con esos pelos no podrás casarte…

-¡Oh Kami! La próxima vez dejaré que me corten el cuello para mantener a salvo mi peinado- contestó con sarcasmo entrecerrando su mirada- todo el mundo sabe que puedes casarte sin cabeza, pero con un mal peinado…

Las dos se miraron retándose con la mirada, Megumi suspiró alargó sus manos y tiró de las mejillas de Misao con fuerza.

-Mira que eres tonta.

-¡Ay, ay, ay! ¡Bruja! ¡Qué me haces daño!

-¡Pues no seas cría!

-¿Qué hablas? Si tú eres peor que yo.

-¿Piensas pasearte medio desnudo el resto del día?

La sorpresa fue general al reconocer la voz de la persona que había pronunciado esas palabras, Sanosuke tenía la vista fija en Megumi pese a hablarle a Aoshi.

-Por mucho que te pasees así no lograrás que se fije en ti.

-¿Estás celoso, Sanosuke?

-¡Calla kitsune! ¡No estoy hablando contigo!

-¡A mí no me hables así cabeza de pollo!

-¿Así cómo, kitsune?

-Con esa arrogancia.

-¿Y cómo quieres que te hable?- preguntó en tono burlón- ¿cómo el cubo de hielo?

-No te pegaría nada- le miró con indiferencia- ¿chicas, vamos al mercado?

-Me… Megumi…- balbuceó Kaoru.

Sanosuke avanzó hasta ella agarrándola de la muñeca y la llevó lejos de los oídos ajenos, forcejeó inútilmente mientras le arrastraba a la parte trasera de la casa. La empotró suavemente contra la pared clavando sus ojos marrones en los azul oscuro de ella, apoyó sus manos seductoramente contra la pared a cada lado del cuerpo de ella.

-¿Tanto te gusta el tipo siniestro?

-No sé de donde has sacado eso- miró sus uñas con dedicación- pero si fuera así tampoco puedes quejarte.

-¿Por qué no?

-Yo diría… que tú y yo sólo somos amigos, además tarde o temprano volverás a China, Mongolia o donde demonios vayas.

Analizó mentalmente sus palabras ¿si no se fuera todo cambiaría? A él le gustaba, le gustaba muchísimo la kitsune no podía negarlo pero le sacaba de sus casillas esa actitud altiva que mostraba tantas veces.

-¿Qué harías si te besase, kitsune?

-No te atreverías- susurró con una sonrisa burlona.

-Eso es lo que tú crees- redujo la distancia rozando su nariz con la de ella- no soy tan cobarde.

Eliminó la corta distancia a sus labios y los tomó con posesión, aprisionándola entre su cuerpo y la pared dando inicio a un juego excitante por la posibilidad de ser pillados en plena acción. Las manos de Megumi descansaron sobre el trasero del castaño que llevó una mano a la nuca femenina profundizando el beso, pronto les faltó el aire.

-Ya iba siendo hora de que te decidieras, cabeza pollo…

-Shhh…

“¡No seas tan celoso! Si pules un poco más tu hombría y llegas a la altura de Kenshin… tal vez acabe fijándome en ti” recordó esas palabras que le había dedicado al ser rescatada de Kanryu y que seguía sin entender, pero pensar nunca había sido lo suyo así que se centró en su labor de devorar a aquella kitsune a la que tanto tiempo llevaba deseando.

En el patio delantero habían retomado sus actividades, Kaoru se llevó a Misao para arreglarle el corte de pelo, Yahiko marchó en busca del comisario, Kenshin acabó de barrer la entrada después de atar a los intrusos y Aoshi fue secuestrado por Kenji que quería grullas de papel y otras figuritas de origami.

Kaoru dio los últimos tijeretazos a la cabellera azabache de la comadreja, aquella larguísima melena ahora a penas le llegaba un poco por debajo de los hombros, la tanuki suspiró peinándola un poco.

-Es un cambio muy radical, pero te queda bien, pareces más mayor.

-¿En serio?- sus ojos verdes centellearon mirándose al espejo de mano- si lo llego a saber me lo corto antes jajaja.

-Tampoco es eso, tonta jajaja.

-Ya… eso tampoco lograría que aceptasen que soy mayor, a este paso cumpliré los noventa y aún me tratarán como a una niña.

-Qué exagerada… Ahora que me acuerdo…- se llevó una mano a los labios- hoy vamos a comer al Akabeko con los del dojo Maekawa, podéis venir si queréis.

-¡No te preocupes! Prepararé lo que sea, marchaos tranquilos.

Tras la llegada del comisario la familia Himura-Kamiya y Yahiko salieron hacia el Akabeko y la comadreja se encerró en la cocina a preparar un delicioso banquete para su Aoshi-sama y ya que estaba algún postre para todos. El ninja le ayudó a subir las cosas al tejado a ambos les encantaba estar allí arriba, y total, estaban solos, no necesitaban la mesa para nada.

Se tumbaron satisfechos tras la comida disfrutando del silencio, allí no había ninjas locos corriendo arriba y abajo, ni Saito y sus misiones imposibles y sobre todo ¡no estaba Rin! La Okashira sonrió acercándose un poco a Aoshi.

-No me ha dicho nada- tomó un mechón de su ahora corto cabello- ¿Qué tal me queda?

-Estás muy bien así.

Le acarició el pelo acercándose un poco más, enredando sus dedos en las onduladas puntas, agachó la cabeza para ocultar el sonrojo por la cercanía. Aprovechó el ataque de timidez de la ninja para deshacer el vendaje revelando los amoratados antebrazos, los acarició con cuidado y le miró apenado, no había querido lastimarla, pero lo había hecho y no había nada en el mundo que le doliera más que ser el causante de eso.

-No ponga esa cara, no es nada, en unos días desaparecerán por completo.

-Lo siento debería…

Suspiró con amargura incorporándose, desvió su mirada hacia el ninja.

-¡Ya basta! Esto le va a sonar muy cruel pero… ¡Kami! ¿Quiere dejarse de tonterías de una vez? Que si debería haber impedido esto, que si no debería haber hecho aquello, que si puse en peligro a no sé quién… ¡EMPIECE A VIVIR SU VIDA DE UNA VEZ! Sólo tiene que avanzar sin culparse de todo a cada paso, no es tan difícil, hasta el tonto de Sanosuke puede hacerlo.

Hizo una pausa deseando que su expresión continuase siendo la impasible de siempre, sin embargo él la miraba entre sorprendido y apenado.

-Quiero decir…- suspiró de nuevo- ¿de que le sirve atormentarse con eso? Ya no sirve de nada pensar en que podría o no haber hecho.

-¿Y qué se supone que tengo que hacer?- preguntó con frialdad.

-¡Pues dejarlo atrás! No puede culparse y castigarse eternamente.

-Sería más sencillo si no fuese como si acabase de ocurrir.

-Eso no es más que una excusa- le miró fijamente a los ojos- cuando lo recordaba también se culpaba y castigaba. Debería estar contento de seguir con vida. Hannya y los demás deben estar muy tristes…

Bajó al suelo de un salto y se perdió en el interior de la casa, en cambio él se quedó allí. No ponía excusas, al menos no lo hacía ahora, realmente era complicado descubrir todas esas cosas y no desesperarse, no era una persona ejemplar precisamente y acumulaba un gran número de fallos imperdonables a su criterio. Apartó aquellos pensamientos negativos de su mente, ciertamente no servía de nada mortificarse por algo que ya no tenía solución. Observó el cielo, se había levantado viento y seguramente llovería por que el aire tenía un cierto olor a humedad.

No volvió a verla en lo que quedaba de día a pesar de buscarla y tratar de localizar su ki no dio con ella, así que cuando los Himura volvieron de su comida con los Maekawa, se dedicó a tomar té con Kenshin en la sala de descanso y conversar un rato. Con el paso de las horas el cielo se fue nublando amenazando con descargar su furia en cualquier momento.

La hora de la cena los reunió a todos Sanosuke y Megumi con una sonrisa resplandeciente en sus rostros, habían pasado todo el día haciendo manitas y recuperando el tiempo perdido, Kaoru y Kenshin dando de comer a Kenji cuyo único interés era jugar con Yahiko y Misao que se dedicaban a hacer el tonto y pelear por ver quien comía más deprisa, Aoshi en cambio cenaba en silencio observando los intentos de la comadreja por no dejar que nadie se diese cuenta de que habían discutido ni de sus pequeños sobresaltos con los truenos.

Cuando hubo acabado de cenar se disculpó con todos diciendo que estaba algo cansada y se marchó como una flecha a su habitación, trató de leer un rato, después pasó a escribir, a hacer ejercicio… nada, no podía concentrarse en nada. Horas más tarde se rindió, suspiró con pesadumbre, se enfundó su corta yukata de dormir y se tumbó en su futón tapando con fuerza sus oídos, estúpida tormenta veraniega, estúpidos truenos y estúpida ella y sus tontos miedos infantiles… cada vez que el resplandor eléctrico rompía la oscuridad de la noche en su mente se dibujaba el letal filo de una katana y el estruendo de los truenos no ayudaba mucho a calmar sus nervios, menos mal que empezaba a amainar por que esa vez no tenía a donde huir, se había peleado con Aoshi y Okina y el resto de sus compañeros estaban en Kyoto, y la opción de salir en busca de Yahiko, Sano o Megumi no le seducía en lo más mínimo. Se hizo un ovillo intentando concentrarse en cualquier cosa que no fueran los truenos, hasta que una mano grande y cálida se detuvo en su hombro, giró su vista nublada por algunas lágrimas rebeldes y no pudo más que sorprenderse por verle allí arrodillado junto a ella.

-Creía que vendrías.

-Estoy bien… no necesito nada…

-Misao ¿sigues enfadada?

-Yo no estoy enfadada…

-Me alegro de oír eso, hazme un hueco.

Se hizo a un lado mirando atenta al ninja que se acomodaba junto a ella y la atrapaba en un abrazo protector.

-Tienes razón, no puedo seguir así.

Alzó su rostro para sonreírle, estaba segura de que había metido la pata hasta el fondo pero al parecer se había equivocado.

-¿Quieres ayudarme?- clavó sus ojitos llenos de curiosidad en él- a avanzar, no quiero ser más tonto que Sagara.

-¿Me está pidiendo ayuda?- parpadeó incrédula.

-Diría que es justamente lo que he hecho ¿no?

-Pero usted nunca…

-Siempre hay una primera vez para todo- acarició su mejilla- me estoy especializando en hacer cosas por primera vez- susurró con humor.

-Más bien rehaciéndolas ¿no?

Como toda respuesta recibió una sonrisa y un leve beso en la comisura de sus labios pese a que ella giró inconscientemente su rostro buscando un contacto más profundo logró únicamente que los labios de Aoshi se movieran a su frente para después abrazarla ignorando el anhelo de algo más que un contacto fraternal.

-Duerme.

-Buenas noches, Aoshi-sama…

Aquel mismo día en la jefatura de la policía de Kyoto, Saito esperaba más que impaciente a que al viejo Okina se decidiese a abrir la boca, encendió el sexto cigarrillo en lo que iba de tarde y exhaló el humo lanzándoselo directamente a la cara logrando que tosiera.

-Si no hablas tu lo haré yo- vio al viejo apretar con fuerza sus manos- no sé que demonios te estás callando pero no sufras- su voz sonó tétrica y amenazante- que me acabaré enterando y me vengaré de todo el trabajo que me estás dando.

-No me callo nada.

-Nanakase Haruna tiene un pasado bastante turbio a la par que interesante, sobre todo la parte del burdel de…

-Eso no tiene ningún tipo de importancia.

-Ciertamente, pero seguro que al cubo de hielo le afecta saber a que se dedicaba su mamaíta antes de ser un kunoichi oficial.

-¿Qué pretendes con eso?- entrecerró su mirada con desprecio hacia el policía- creía que investigabas a Rin-chan…

-Una cosa no quita la otra, todo lo que pueda guardar relación con ese tema está bajo investigación, te guste a ti o no, y me da igual lo que opines al respecto.

-Deja en paz a Haruna…

-¿Por qué? Espero que no se pareciera a ti, aunque a juzgar por el aspecto del cubo de hielo yo diría que no…

Sonrió al comprobar la reacción del anciano, parecía un animalillo indefenso abandonado en mitad de un huracán, ahora si que había dado en el clavo, había encontrado lo que se estaba callando y tanto temía que saliera a la luz, lo mejor de todo es que sólo estaba conjeturando.

-¿Sabe que es tu nieto?

-No.

-Uy una boda entre nietos, que tierno ¿verdad?

-Misao no es mi nieta si es lo que insinúas.

-¿Y? ella te considera su abuelo ¿hasta cuando vas a mentirles?- dio una larga calada a su cigarro- es contraproducente, tarde o temprano tendrás que confesarlo si tienes un ápice de respeto por la comadreja.

-Si Haruna no se lo dijo no seré yo quien lo haga, fue su decisión.

-Quiero el motivo a cambio de guardarte el secreto.

-El Oniwabanshu estaba en crisis y no estaba asegurada la supervivencia de nadie, ella creía ciegamente en el antiguo procedimiento de los clanes- dio un hondo suspiro- creía que lo mejor era desvincularse de su familia…

-Esa historia ya me la sé, toda la escoria cortada por el mismo patrón, ahórrate los detalles lacrimógenos.

-A los quince años eligió marcharse de Kyoto a Mie, cuando volvió me enteré de lo del burdel, había renunciado a su familia, se casó con Kento-san y dos años después nació Aoshi. Si estuviese viva habría renunciado a él cuando hubiese cumplido los ocho años.

-Un encanto de mujer, ya veo a quien se parece.

-Te equivocas, no se parece en nada a Haruna.

-Como tú digas, te contaré lo mismo que al cubo de hielo- le miró amenazante- y más te vale relatarme todas tus conclusiones o puede que se me escape tu secretito.

Continuará

Escrito el 5 de abril de 2009

2 comentarios:

  1. Ohhhm, actualizas muy seguido *O*!!

    Sobre lo que dices de Crepúsculo...
    * No me extraña ^///^!! Ya verás cuando llegues a ciertas partes de los siguientes libros de la saga... Disfrútalos ;)!

    Besitoos ;)

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  2. ¡Alba!
    Eres la primera en dejarme un comentario xD
    Ya me he acabado el de 'Crepúsculo' mañana voy a comprarme 'Luna Nueva'.
    Actualizo seguido por que tengo mucho material acumulado, ahora empezaré a bajar el ritmo ^^

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