miércoles, 27 de mayo de 2009

RECORDÁNDOTE Capítulo 19.- Edo



Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

-Diálogos-

Pensamientos”

Capítulo 19.- Edo

Aoshi ultimaba los preparativos para su viaje, había informado a Kenshin que partirían junto a ellos a Tokyo y había prometido explicarle el motivo una vez allí sin que nadie se enterase. Bajó a buscar sus zapatos occidentales y unas geta quizás los necesitaría, mejor prevenir.

Sentada en el porche del patio interior Misao tenía la vista fija en el gran cerezo, se acercó hasta ella, tan sumida en sus propios pensamientos no se dio cuenta que se había sentado a su lado hasta que le acarició el pelo.

-¿Qué te preocupa?

-Me sabe mal dejarlos solos con tanto trabajo…

-Pero Okina ha dicho que no pasaba nada. Cuando volvamos de Tokyo trabajaré contigo en el restaurante.

-¿U-usted? ¿En el restaurante?- parpadeó incrédula- pero si no le gusta estar con tanta gente.

-Eso da igual.

La vista de Misao volvió al cerezo, suspiró con pesadumbre. Estiró su brazo para abrazarla pero se vio interrumpido por unos pasos acelerados y ruidosos.

-¡Makimachi-sama, Makimachi-sama! ¡Es terrible, terrible!

La comadreja se giró a ver quien gritaba, un muchacho completamente magullado y agotado corría a toda prisa por el pasillo seguido de Okina.

-¡Oh Kami! ¡Chihiro-kun! ¿Qué te ha pasado?

-Makimachi-sama… ¡están todos muertos! Soy el único que ha sobrevivido…

-¿Qué ha pasado?

-Nos tendieron una emboscada, no pudimos hacer nada… era una diferencia de seis a uno.

-¿Dónde fue?

-Cerca de Aizu.

-De acuerdo después me lo cuentas todo ¡Jiya! Trae a Omasu u Okon que curen sus heridas- Shiro se acercó al oír el jaleo en el patio- ¡Shiro! Acompáñale, que se dé un buen baño y proporciónale ropa limpia, comida y todo lo que necesite- ayudó al ninja a ponerle en pie- después me das todos los detalles Chihiro-kun.

-Pero Makimachi-sama…

-Muchacho ¿no has oído a la Okashira?

Un anciano de la edad de Okina apareció repentinamente tras el jovencito dedicándoles una sonrisa afable. Okina le saludó cordialmente para ir a buscar a las Oni y Shiro obedeció arrastrando a Chihiro hasta el baño. En el porche quedaron Aoshi, el recién llegado y Misao.

-¡Iada-sama! Cuanto tiempo.

-Jajajaja ¿a qué viene eso? Ryûsei-chan que aún soy muy joven- sonrió a la comadreja.

-¿Ah? Ryûsei-chan… ¿qué le trae por aquí?

-Mi querida niñita, he pensado que necesitarías algo de ayuda. Shinomori-san, es un placer volver a verte.

El ninja le hizo una leve reverencia a modo de saludo mientras le observaba ¿joven? Si tenía por lo menos doscientos años, era una autentica momia.

-Si está aquí… ¿es más grave de lo que pensaba?

-¡Eh! ¿Quién eres tú y qué has hecho con la Okashira?

-¿Cómo?

-Sí, ya sabes, esa muchachita hiperactiva, optimista hasta en los peores momentos, la chiquilla que no se rinde aunque le lluevan piedras del cielo, que no se deja vencer nunca… por que tú no eres esa muchacha, mírate pareces un alma en pena.

-Ah… pues creo que se ha fugado…

-Shinomori-san- el ninja le miró- levántate y vamos a torturarla.

-¿Torturarla?- alzó una ceja.

-Sí- susurró algo a su oído- ¿entendido?

-Entendido- contestó con determinación y juntos empezaron a acercarse a ella.

-¿Eh? ¿Qué van a hacer? ¿Qué?

Le hicieron cosquillas mientras pataleaba y se retorcía tratando de escapar, acabó llorando de la risa y entonces sus dos atacantes se dieron por satisfechos.

-¡Esa sí es la Okashira!- le revolvió el pelo despeinándola por completo- vayamos al despacho.

-¡Sí!

-¿Quieres acompañarnos, Shinomori-san?

Aoshi asintió para seguirlos hasta el despacho, llevado por la curiosidad, Iada Ryûsei lo más probable es que fuese el patriarca del clan Iada. Misao se sentó frente a ellos muy seria esperando conocer el motivo de la visita del anciano.

-Seré breve, sé que estás ocupada- por primera vez adoptó una expresión de seriedad- si el clan Araki planea algo en nuestra contra lo más probable es que vayan a por vosotros dos, la actual Okashira y el que para muchos es el Okashira legitimo, me da igual cual de los dos es el de verdad, por lo que a mi respecta ambos sois validos. Creo que lo de los pergaminos de técnicas secretas es una maniobra de despiste y si no lo es tampoco cambia nada por que tú- señalo a la comadreja- mi querida niña eres la única que conoce el paradero de la biblioteca de tu abuelo.

-¿Cree que buscan eliminarnos?- preguntó tratando de parecer calmada.

-No directamente, creo que quieren absorbernos, quedarse con nuestros hombres y mujeres y robarnos nuestras redes de información.

-¿No les valen las suyas?

-Shinomori-san, ellos son sombras que siguen en las sombras, no se parecen en nada a nosotros y sus informadores trabajan bajo la coacción y las amenazas por lo que los datos que adquieren tienen una fiabilidad del 40%, en cambio las nuestras son fiables en un 95%. Su prestigio no tiene comparación con el del Oniwabanshu, son más ricos, más numerosos pero no mejores- sonrió satisfecho con su explicación- además hay alguien que aun no tienen bajo su dominio.

-¿Habla de Aoshi-sama?

-Jajajajaja por supuesto que no- la miró con diversión sabiendo que no tenía ni idea de lo que hablaba- hay alguien mucho más importante para ellos aquí.

-Siendo así habría que pensar una buena estrategia de defensa- pronunció Aoshi.

-Tienes toda la razón, tú eres un gran estratega, seguro que entre los dos encontráis la solución.

-Aoshi-sama, lo siento pero no podré ir a Tokyo con usted.

-¡Pamplinas!- el anciano negó con la cabeza las palabras de la ninja- lo mejor que puedes hacer es llevártelo de aquí y ayudarle a recuperarse cuanto antes, Misao-chan. A parte de eso, en Tokyo hay alguien que podría ayudarnos.

Misao le miró sin comprender, no sabía que hubiera algún aliado en Tokyo tan importante como para ser considerado por el tercer clan principal. En cambio Aoshi se preguntaba si eso formaba parte del plan de Okina para mandarla a Tokyo. Pero en la mente de ambos estaba la misma pregunta ¿qué hacían con el muchacho que había sobrevivido a aquella emboscada?

-Del muchacho herido y todo ese tema nos encargaremos Nenji-chan y yo- sacó un sobre del interior de su gi- Encárgate de encontrar a Kojima Kento y entregarle esta carta, por lo que sé vive cerca de un templo a las afueras de Tokyo.

-¿No tiene algún detalle más concreto?- hizo un puchero, Tokyo era muy grande.

-¿Para qué? Se te da muy bien buscar a gente, te pasaste media vida buscando aquí al hombre serio y sus compañeros.

-Uy sí… un éxito rotundo, deberían darme un premio por los buenos resultados…

El hombre se echó a reír, la comadreja siendo sarcástica era algo nuevo, si supiera lo cerca que había estado de encontrarlos tantas veces y la de maniobras de evasión en las que él mismo había participado para evitar que se involucrara en negocios turbios, les acribillaría con sus kunai sin piedad. El ex-Okashira la miró sorprendido no sabía que le había buscado.

-Basta de palabrería, vuestro tren sale en tres horas. No repliques- cortó de raíz el reclamo de Misao- levántate, ve a tu cuarto ponte muy guapa y sube a ese tren, tienes muchos corazones que romper en Tokyo y quien sabe… quizás vuelvas con planes de boda- sintió un escalofrío al notar la mirada asesina del ninja- o puede que no… ¿quién lo sabe?- rió como un majadero.

Tras un rato de miradas de reproche del ninja hacia el anciano y los intentos de replica frustrados de la comadreja optaron por hacer lo que debían, los dos Onis a preparar las cosas que les faltaban y el viejo a ayudar a Okina con el muchacho herido.

A la hora acordada y después de una larguísima despedida llena de abrazos, besos y demás muestras cariñosas no muy bien vistas en Japón, el tren inició su recorrido en dirección a la capital. El viaje estuvo lleno de risas, anécdotas, fantasías sobre lo que harían allí y el eterno mareo de Sanosuke y su fobia a aquella máquina. La estación de Tokyo marcaba el final de su trayecto.

Tokyo la actual capital de Japón una gran ciudad ajetreada, todo allí le resultaba tan familiar pero a la vez desconocido, sentía la imperiosa necesidad de ir a un lugar en concreto pero no sabía a donde además no sería cortés abandonar a sus compañeros para correr sin un destino seguro.

-¿Pasa algo, Aoshi?- preguntó Kenshin- hace rato que te noto incomodo.

-No sé donde tengo que ir.

-¿Oro? Vamos al dojo Kamiya.

Aoshi alzó una ceja, eso ya lo sabía pero él no hablaba del dojo, en fin ya lo descubriría tarde o temprano. Todos los caminos parecían gritarle para que fuera y en sus oídos parecía escuchar con claridad el fragor de cientos de batallas.

-Te enseñaré la ciudad cuando os instaléis.

-Gracias.

-¿Estás bien?

Solamente asintió deseando llegar pronto al dojo, relajarse un poco y tal vez obtener alguna respuesta.

Las chicas caminaban delante de ellos hablando de a saber qué sin parar de reír, mientras Yahiko y Sanosuke se quejaban por llevar parte de los equipajes de las mujeres, la otra parte la cargaba Kenshin, nadie se había atrevido a darle algo a él, así que lo único que llevaba era su equipaje y el de Misao, que todo sea dicho, se lo había quitado de las manos pese a sus quejas. Vistos así parecían una gran familia, muy extraña pero una familia, era agradable sentirse así.

Finalmente las puertas del dojo Kamiya se alzaban frente a ellos, todo un alivio.

Mientras en Kyoto.

Tras interrogar al joven Chihiro sobre el incidente de Aizu y obtener algunas respuestas y elaborar diversas teorías los dos ancianos, Okina y Iada Ryusei, se dieron por satisfechos. El asunto estaba claro, esa emboscada no era para el Oniwabanshu, era para el hombre que debería haber ido, pero de nada servía ahora preocuparse por eso ahora que ya era tarde, en ese caso la mejor defensa sería un buen ataque mas tendrían que esperar al regreso de sus Okashiras, nadie en su sano juicio atacaría directamente el Aoiya ahora que sus ninjas rendían al máximo tras la incursión de los Araki.

Okina dejó todo el asunto en manos de su viejo amigo y partió en busca de Saito a ver que le contaba el lobo sobre la reencontrada Oni. En la comisaría le indicaron que había salido pero le dieron su ubicación exacta y sin perder más tiempo se encaminó a la pequeña taberna unos metros más allá de la comisaría. Pidió un té antes de sentarse frente al hombre que le miró alzando una ceja.

-¿Qué te trae por aquí, viejo chiflado?

-Lo sabes muy bien.

-¿A mi sí vas a contarme toda la verdad?

-No sé de que hablas, Saito- desvió su mirada a un lado.

-Es la vida de tu nieta la que está en juego ¿hasta cuando piensas hacer el estúpido?- devoró parte de su plato de soba- ¿tan poca importancia tiene la niña para ti? ¿O es que ya te has cansado de cuidarla?

-¡No sabes lo que dices!- gritó molesto.

-¡Pues deja de hacer el imbécil, viejo!

Gimoteó con dolor, hubiese preferido no confesar algo así por que cuestionaba una parte del honor del Oniwabanshu.

-Vamos, confiesa de una vez.

-El abuelo de Misao no confiaba en Rin, en nuestros tiempos cuando un ninja se consideraba indigno de confianza se le eliminaba, pero no era más que una niña y nos ablandó a todos.

-¿Qué más?

-Ella estaba enamorada de Aoshi y odiaba a Ayame-chan por su cercanía con él.

-¿Qué más?

-No hay más…

-Yo creo que sí- miró con desprecio al anciano- ¿qué más?

-Dijo que no veía a Misao desde que tenía tres o cuatro años- suspiró con pesadez- cuando la destinaron a Nagasaki tenía dos años.

-Ya veo, un error letal tanto si es un fallo de memoria como si accidentalmente ha confesado haber vuelto a verla- encendió un cigarrillo- ¿hasta cuando pensabas callarte algo tan importante?

-Quería descartar que fuera un error inocente…

-No existen los errores inocentes, viejo estúpido, ya deberías saberlo- se levantó dejando el dinero de su comida y el té de Okina sobre la mesa- Y ahora sígueme, tenemos mucho de que hablar.

El anciano obedeció en una actitud sumisa impropia de él sabiendo que su falta de reflejos podría haberlos llevado a todos a la ruina, el viejo Okina había perdido sus facultades de espía.

De vuelta a Tokyo. Tras acomodar sus cosas en la habitación que le había asignado se movió con sigilo hacia el exterior, pese a no conocer el destino al que su cuerpo deseaba dirigirse llegó a la conclusión de que lo mejor era dejarse llevar por su instinto, intuición o lo que fuese eso. Escapó sin avisar a nadie y mucho menos a la comadreja. Oyó unos pasos tras él, los reconoció rápidamente y esperó a saber si le seguía o era una simple casualidad, su escapada secreta a algún punto indeterminado había acabado siendo no tan secreta, dada su insistencia suspiró y se giró a mirarla.

-Misao ¿por qué te escondes?

-Jejeje “¿se ha dado cuenta?”- se llevó la mano a la nuca y rió tontamente- en fin… yo… ya me iba.

-Puedes venir sin necesidad de esconderte- dijo retomando su camino- pero te advierto que no sé a donde voy.

-¿Algún sitio que recuerda?

-No.

El camino llevaba a las afueras donde se alzaba un majestuoso bosque convirtiéndose en algo mágico iluminado por la luz rojiza del atardecer, la vista de Aoshi recorrió el lugar analizando cada recoveco impasible como buscando a un enemigo invisible pero extremadamente peligroso. Todo su cuerpo se movió nuevamente retomando su improvisado camino ella le siguió con cuidado. Poco a poco la silueta de una mansión occidental se iba dibujando, estaba descuidada, la maleza se había adueñado de las zonas ajardinadas y la hiedra trepaba por la fachada. Giró hacia ella alzándola en brazos para saltar la valla.

Esa casa sí la conocía aunque preferiría no conocerla o al menos no recordarla, pese a la dolorosa necesidad de huir y refugiarse en los brazos de la comadreja recorrió el empedrado camino hacia la entrada principal, había algo que deseaba recuperar en su antigua habitación.

-¿Conoce este lugar?- se aventuró a preguntar mirando a todos lados.

-Sí, nos iremos en seguida.

Sabía lo que era por lo que había leído en uno de los diarios de Okashira de Aoshi, y aunque quería preguntar y saber más cosas se contuvo para no incomodarlo, olvidando el hecho que podría recordar el sitio pero no mucho más. Con paso firme y seguro se adentraron en aquella mansión, subieron las escaleras, se hacía evidente que sabía a donde iba. Unas grandes puertas se abrieron con un chasquido, la vista de la comadreja recorrió el lugar fascinada, era la sala más grande que había visto en su vida, el ninja avanzó hasta la parte en que el suelo de madera aún retenía la sangre de los que un día fueron sus compañeros, se sentó allí, era extraño, pese a sentirse nostálgico la sensación de culpa había desaparecido por completo, sintió la pequeña y cálida mano de la ninja sobre su hombro, la cubrió con la suya masajeándola.

-Estoy bien.

-Si necesita algo dígamelo.

-Acompáñame, quiero recoger algo si aún está aquí.

Asintió para seguirle a través de un pasillo a la derecha de la sala de baile, al fondo había una gran habitación con un baño privado, le explicó que ese había sido su cuarto y sin contar nada más entró en el baño y levantó unos tablones cerca de la tina para bañarse, sacó una pequeña cajita sonrió al ver que continuaba allí, la guardó cuidadosamente en su gi a salvo de la curiosidad de Misao. Revolvió su largo cabello antes de sacarla de aquel sitio horrible por lo que significaba no por su aspecto.

La noche había caído, los del dojo ya habrían cenado, seguro que ya estarían a punto de irse a dormir, suerte que a la comadreja se le había ocurrido avisar que salían para que no se preocuparan. Recorriendo el camino de vuelta sin preguntas incomodas pero con la constante charla de la comadreja.

No se habían equivocado, al llegar descubrieron que el único que seguía levantado era Kenshin que les informó que les habían guardado algo de cena y después se fue a dormir. En la sala todo estaba ordenado y las habitaciones del Kenshingumi estaban al lado así que para no molestarles subieron a la parte del tejado donde estaban sus habitaciones, nada mejor que cenar viendo las estrellas y la luna que en pocos días sería nueva.

Era bien entrada la noche y el cansancio del viaje se hacía cada vez mayor, así que, a pesar de estar tan a gusto en el tejado con Aoshi viendo las estrellas se puso en pie y bajó de un salto al suelo, el ninja hizo lo mismo. Sus habitaciones eran contiguas, esperó de pie en el corredor para verla entrar antes de hacer lo mismo. Misao se deshizo de sus ropajes sustituyéndolos por su corta yukata para dormir. Extendió el futón dispuesta a acostarse.

Al otro lado de la delgada pared pudo oír un fuerte golpe y un quejido, salió atropelladamente, deslizó el shoji sin pararse a pensar. Vio a Aoshi arrodillado en el suelo con las manos en su cabeza, respiraba con dificultad, se arrodilló alarmada a su lado, se aventuró a poner sus manos sobre las de él y eso le hizo reaccionar agarró con fuerza las muñecas de la comadreja que dejó escapar un quejido de dolor sentía que le iba a quebrar los huesos si ejercía un poco más de presión, tiró con fuerza del frágil cuerpo y la pegó contra su pecho, su respiración se entrecortaba y su corazón latía como un caballo desbocado. Lo que fuera que acababa de recordar debía ser horrible a juzgar por su reacción.

-No… no me preguntes nada- susurró finalmente.

Asintió a su petición correspondiendo aquel desesperado abrazo y aunque sentía que le faltaba el aire no se quejó, a medida que Aoshi se relajaba la presión sobre su cuerpo disminuía.

-Perdóname ¿Te he hecho daño?

-No es nada, no se preocupe- acarició su mejilla sonriéndole- todo está bien.

-Lo siento.

La cogió en brazos para llevarla hasta su futón, arropándola como si fuera una niña, apartó algunos mechones rebeldes de su flequillo, besó su frente y seguidamente la comisura de sus labios, después acarició su mejilla le dio las buenas noches y se marchó.

La noche dio paso al día, los primeros rayos de sol se filtraban por la pequeña ventana, frotó sus muñecas sintiendo que le dolían una barbaridad abrió los ojos adormilada y las miró fijamente, se incorporó con brusquedad mirándolas horrorizada ¡Kami! Tenía unos buenos moratones, no imaginaba que le iban a salir ¿cómo disimularlos? No podía ir todo el día con los guantes y si usaba maquillaje a la que se pusiera a fregar desaparecería… ¡vendas! Claro, esa era su solución milagrosa, ojala a nadie le diera por preguntarle.

Se vistió a toda prisa y se vendó cuidadosamente, sacó la mejor de sus sonrisas para correr a la cocina, mejor no dejar a Kaoru a solas con el desayuno para todos.

Continuará

Escrito el 22 de marzo de 2009

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