jueves, 14 de mayo de 2009

EL AMOR DUELE… Con los viajes extraños I

Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

EL AMOR DUELE…

Cap 11.- Con los viajes extraños I

A primera hora de la mañana llegaron a la estación de tren de Kyoto, cual de los dos estaba más nervioso era imposible de determinar. Misao lucía una yukata azul con mariposas y unas geta y él llevaba uno de sus trajes occidentales que tan bien le quedaban.

Misao fue fácil de convencer, el problema fue Okina que se puso a la defensiva nada más saber que se la llevaba una semana fuera, evidentemente no podía llevársela sin más, así que optó por decirle que Saito le había encargado espiar a los dueños del balneario, pero el viejo seguía sin entender por que se llevaba a Misao en vez de a Okon u Omasu que eran más mayores y tenían mucha más experiencia, por lo que se limitó a contestarle que ella no le tenía miedo y necesitaba trabajar con alguien que le tuviera confianza dando por finalizado el tema diciéndole “yo no cuestiono tus decisiones, no cuestiones tu las mías”.

Cuando el tren llegó subieron y unos diez minutos más tarde la máquina inició su recorrido en dirección a Tottori, el viaje duraba cuatro largas horas, una buena oportunidad para hablar, si es que reencontraba sus tontas palabras que desaparecían siempre en el momento más inoportuno, y como era habitual era ella la que acababa hablando, tras dos horas de monologo forzoso y de picar alguna cosa que había preparado la noche anterior acabó quedándose dormida por el vaivén del tren y él mirándola con cara de idiota.

En la estación de Tottori les esperaba un elegante carro que les llevaría al balneario, el cochero subió sus equipajes y los aseguró en el techo, una vez se hubieron acomodado ambos ninjas en el interior el carro se puso en marcha.

Habían imaginado que sería un pequeño hostal junto a unos baños termales, pero Kami aquello era igual de grande que el Aoiya y lo tenían sólo para ellos. Cinco hombres y cinco mujeres les esperaban en la puerta, todos les dedicaron una profunda reverencia.

-Bienvenidos- la más joven se les acercó- esperamos que disfruten de su estancia en nuestro humilde hostal.

-Ah… gracias.

-Acompáñenme, les enseñaré las instalaciones. Mi nombre es Morita Ibuki.

-Él es Shinomori Aoshi y yo Makimachi Misao.

Recorrieron la planta inferior, los jardines y finalmente les llevó hasta la planta superior donde les indicó cual era su habitación, una habitación de matrimonio con un único futón, cuando lo habitual era que hubiesen dos, todas las comodidades posibles y un baño privado. Les dejó a solas para que se instalasen.

-Sólo hay un futón…- apuntó la obviedad Misao.

-“Eso ya lo veo. Maldito Saito ¿este era tu plan?”- acomodó su morral junto al armario- pediré otro futón si quieres.

-Ah… no es necesario.

Una vez ordenadas sus cosas en la habitación bajaron dispuestos a preguntar que se podía hacer por aquella ciudad, las cosas más tradicionales, los puntos de interés… ese tipo de cosas. Ibuki, les propuso, bueno, más bien les impuso, hacer una visita turística por la ciudad, primera parada, el templo de la ciudad, con lo que le gustaban a Aoshi los templos y a juzgar por su expresión aquel le había fascinado.

-Préstenme atención, por favor- los dos ninjas la miraron con curiosidad-. Debo hacerles una advertencia, según una leyenda de este lugar hay que recorrer el patio del templo de la mano de una persona y hacerle una plegaria a Buda, quien se atreva a caminar solo… tendrá una vida sin amor y morirá en la más absoluta soledad.

A Misao la recorrió un escalofrío, ella no quería eso, quería tener una vida de color rosa llena de amor y florecillas junto a su Aoshi-sama y nada de morir sola y abandonada como un trasto viejo e inservible. Él alzó una ceja ante semejante superstición ridícula. Le miró con sus grandes ojos vidriosos. Misao si era un poco inocente en ese sentido, por su mirada era evidente que se lo había creído de principio a fin. Le tendió la mano haciendo que sus ojos centellearan de la emoción. De la mano hicieron el recorrido indicado por Ibuki que se quedó fuera esperando.

Una vez cumplidos los objetivos de la visita, era el momento de tomarse un descansito en una casa de té, pero al parecer por allí no se podía hacer nada de un modo convencional. Antes de poder pedir lo que les apetecía tenía que hacer una cata de té e identificarlos correctamente, si fallaban tenían que contestar una pregunta que les formularía la anciana dueña del recinto ¿qué tipo de pregunta? Estaban a punto de descubrirlo.

Les pusieron seis vasitos de té a cada uno, no debería suponer un gran reto para ninguno de los dos, Misao se pasaba media vida en herbolarios buscando nuevas variedades de té para él, y Aoshi nunca rechazaba un buen té. Tras probarlos los emparejaron con la variedad que creyeron correcta, la hora del veredicto llegó.

-Ha fallado dos- le dijo la ancianita a Misao- por lo que tendrá que contestar dos preguntas.

-¡Mecachis!- se quejó haciendo pucheros.

-¿Qué es lo que más le gusta de su acompañante? ¿Cuántos hijos quiere tener?

-¿Ah?- se puso completamente roja- p-p-pues… lo que más me gusta de Aoshi-sama es que… esto… que es fuerte y valiente y se puede confiar en él- desvió su mirada hacia la pared totalmente avergonzada- y lo otro… pues la verdad… no lo he pensado nunca.

-¡Que mona! Nos ha salido tímida- Ibuki abrazó con fuerza a Misao.

-Usted ha fallado tres- se limitó a alzar una ceja, la anciana carraspeó y formuló sus tres preguntas- ¿Qué parte del cuerpo de la señorita le gusta más? ¿Va a serle fiel? ¿Qué le hizo enamorarse de ella?

Las mentes de ambos ninjas se cortocircuitaron. La comadreja agradeció a Kami, a Buda y a todo lo que le ocurrió por el hecho de que Ibuki la continuase abrazando por que si no estaba segura que se hubiera caído de morros al suelo, ya se imaginaba las respuestas “ninguna, no tengo por que y no estoy enamorado, sólo es mi protegida”. El cubo de hielo que aún no se recuperaba de la ‘confesión’ de Misao que encima le preguntaban semejantes cosas ¿y ahora que hacía? No podía contestar a eso delante de esas dos lunáticas, tenía que ser algo romántico no una confesión de taberna.

Las tres mujeres le miraron curiosas, se había quedado helado, y entonces reaccionó. Se puso en pie de golpe, cogió la mano de Misao y de un suave tirón la puso en pie, se calzaron y salieron como si les persiguiera el mismísimo diablo. Su guía turística salió a toda prisa tras ellos, Aoshi se había enfadado y su enfado estaba a punto de aumentar.

-Antes de volver tienen que participar en un pequeño juego, tienen que buscar una tablilla.

-¿Para qué?- gruñó el ninja.

-E-es un pequeño secreto, más tarde lo sabrán.

Después del recorrido por el templo y el momento surrealista de la casa de té, ahora les hacían buscar una tablilla con algo escrito que a saber para qué rayos servía. Se separaron para cubrir más terreno. Buscaron durante casi una hora, ya estaban a punto de rendirse cuando la comadreja sonrió de oreja a oreja y corrió hasta Aoshi.

-¡La encontré!

-Perfecto vámonos de aquí.

Aoshi empezó a caminar pero ella no se movió, se detuvo lanzándole una pregunta silenciosa.

-Tiene usted mucho morro… yo he tenido que contestar a esas preguntas y usted se ha escapado…

-“Bien Aoshi, esta es tu oportunidad”- la miró intensamente- no es algo para contestarle a unas desconocidas.

-Ya pero…

-No eres un trozo de carne, no te trates a ti misma así.

¿Cómo podía elegir una parte del cuerpo de Misao? Adoraba cada recoveco de esa blanca y suave piel incluso esas partes descuidadas como sus rodillas siempre con algún moratón o rasguño por los entrenamientos.

Ibuki les preguntó si querían volver ya y no se lo pensaron dos veces y ¿qué mejor que un buen baño para recuperar todas sus energías y olvidar ciertas cosillas? Sin perder ni un segundo Misao recogió su yukata y sus cosas para el baño y bajó canturreando feliz hasta los baños.

Tras desnudarse en el cambiador salió a la zona del baño, le extrañó ver un biombo en mitad del lugar, prefirió no darle más importancia se acomodó en una de las banquetas y empezó a lavarse, cuando acabó se metió en las aguas termales ¡Kami! Aquello era media vida, que bien se estaba. Su oído la avisó de que no estaba sola, se giró y… ¡Aoshi estaba allí parado!

El ninja se quedó petrificado ¡Oh, Kami! Volvió atrás, pero fue inútil, habían bloqueado la puerta desde fuera ¿acaso Saito quería poner a prueba su autocontrol? Seguro que lo de encerrarles en los baños también había sido idea suya el muy… Las sospechas del cubo de hielo eran acertadas, el lobo le había dicho a la dueña que eran un poco tímidos y que si veían que los baños eran mixtos huirían y que eso era absurdo por que estaban prometidos.

Lo mejor sería meterse en el agua, si quedaban espalda contra espalda quizás sería un poco menos violento, suerte de las toallas, en varios sentidos.

-Siento que haya pasado esto.

-Aoshi-sama es usted muy inocente…- dijo tratando de contener una risita.

-¿Por qué dices eso?

-Por que viniendo de Saito debió imaginarse que haría algo así, mire que a ese hombre le gusta fastidiar a todo el mundo… seguro que se está muriendo de la risa en algún rincón de Kyoto…

-Tienes razón.

-Se está nublando… parece que va a llover.

Bajo el agua sus manos se encontraron y pese al primer impulso tímido de apartarlas mantuvieron aquel leve contacto tan agradable, Misao bajó su mirada avergonzada aún sabiendo que él no podía ver que estaba completamente roja.

-Creo que debería salir ya… se me están arrugando los dedos jejeje. No quiero acabar arrugada como Okina.

-Yo me quedo un rato más.

La comadreja se marchó, cuando la supo fuera se sumergió en el agua, si seguía así moriría siendo joven. En el momento que empezó a marearse supo que era hora de salir de ahí.

Regresó a la habitación una vez vestido, ella estaba allí arreglándose su larguísima cabellera, guardo sus cosas y tendió la toalla en la cuerda del ventanal. Una fuerte tormenta se desató sobre el lugar. Misao tenía miedo de los truenos ¡era su oportunidad! Se giró a mirarla, seguro que estaría intentando disimularlo, y… ¿eh? estaba la mar de feliz extendiendo el futón como si nada… ¿Cuándo había dejado de tener miedo? ¡Estúpido karma!

Ella se acostó mientras él escribía algo, y aunque la curiosidad la estaba matando la verdad es que estaba tan a gusto en el futón que no se movió. Rato después él ocupó su lugar junto a ella y apagó la llama de la vela que alumbraba la estancia. La tormenta había empeorado y ella seguía sin dar señales de asustarse.

-¿Tienes miedo?

-¿Ah? Hace años que dejaron de darme miedo los truenos.

De lo que Misao no se había dado cuenta era de la maravillosa oportunidad de pasar toda la noche abrazada al hombre de sus sueños.

-¿Por qué me ha invitado a venir?- él alzó una ceja en la oscuridad- Debería haber traído a Nikaido-san.

Ahí estaba, una nueva oportunidad para aclarar que Yuri y él no tenían nada, era simple, sólo tenía que decir “Yuri era una Oniwabanshu” pero eso sonaba frívolo incluso para él.

-Es un sitio muy bonito- suspiró acurrucándose en el futón- me encantaría volver algún día.

Aoshi deslizó su mano para atrapar la cintura femenina y la abrazó con fuerza sintiendo con total claridad las deliciosas curvas del cuerpo de Misao, acarició su espalda con sensualidad. Misao se mordió el labio inferior conteniendo un suspiro, alzó su rostro para mirarle, sus labios estaban a escasa distancia y sus respiraciones chocaban entre si. Sólo tenía que inclinarse un poco y podría besar los dulces labios de la Okashira.

¿Qué era eso? ¿Qué hacía ahora? Por Kami… nunca había visto a Aoshi en una actitud tan… ¿cariñosa? ¿Cercana? ¡Tan anti-Aoshi! Sin saber por que su delgado brazo rodeó la cintura de su tutor. Estaba a punto de volverse loca, ella no quería hacer eso… ¡qué demonios! ¡Claro que quería! Pero no lo había planeado, su cuerpo se había movido solo.

No había que ser un genio para notar que la había puesto nerviosa, normal, eso se podía considerar acoso, aunque viniendo de ella seguro que ni se planteaba algo así. No podía seguir, ni siquiera le había dicho lo que sentía por ella, tenía que tranquilizarla.

-Duerme, pequeña.

Ella le sonrió y acomodó su cabeza en el fuerte pecho del ninja. A pesar de lo nerviosa que estaba se quedó dormida rápidamente.

Continuará

Escrito el 7 de marzo de 2009

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