miércoles, 20 de mayo de 2009

EL AMOR DUELE… Al estar contra las cuerdas



Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen al gran Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

EL AMOR DUELE…

Cap 15.- Al estar contra las cuerdas

La comadreja salió a toda prisa en cuanto Aoshi acabó de tomar el té, nada más intentar bajar las escaleras fue abordada por Okon y Omasu que la arrastraron a su habitación, sacaron un furisode rosado con mariposas y sakuras. Sin darle explicación alguna la desvistieron y enfundaron en el furisode, deshicieron su inseparable trenza y le hicieron un recogido bastante femenino, seguidamente volvieron a arrastrarla, esta vez, escaleras abajo.

-¿Se puede saber que estabas haciendo?- pronunció en tono molesto Okon- Seichiro-san y Okina os están esperando a Aoshi-san y a ti.

-¿Eh? ¿Sei-chan está aquí?

-A ver si bajas de las nubes, Misao-chan…

-Pe… pero no entiendo nada- la empujaron al interior del pequeño despacho de Okina- ¿qué pasaaaaaaaaaa?- gritó sin poder evitar caer al suelo- ¡Ay! Malditas seáis que daño.

-Bienvenida cerecita.

-¿Se puede saber que pasa?

-Siéntate, por favor.

Su abuelo estaba tan serio que se olvidó de replicar y de todo lo que la rodeaba y obedeció. Tomó asiento expectante con la mirada fija en el anciano.

-Kuro, ve a avisar a Aoshi.

El joven acató la orden y minutos después el ex-Okashira entró por la puerta vestido con sus ropajes más elegantes como le había pedido antes. Miró primero a Misao, después a Okina que se estremeció y finalmente a Seichiro al que fulminó.

-Toma asiento, muchacho.

-Estoy bien de pie- respondió tajante.

-Eres muy descortés, Aoshi- dijo el viejo negando con la cabeza- haz lo que quieras, no tengo edad para una discusión infantil contigo, que además eres todo un hombre hecho y derecho. Disculpa su mala educación Mudô-kun- puso su mano sobre el hombro del joven- adelante.

-Okina-san, Shinomori-san… quiero pedirles la mano de Misao-dono.

-¡Angelito! ¿No es maravilloso?

La comadreja se quedó estática con la boca abierta y los ojos como platos ¿qué era lo que pretendía su amigo con eso? No tenía respuesta para ello, tampoco sabía como reaccionar, estaba demasiado sorprendida para reír, contestar, protestar, patalear o cualquier otra reacción típica en ella. A su espalda oyó un bufido más similar al de una bestia que al de una persona, sin embargo sabía quien era la fuente de aquello.

-No- contestó el ninja.

-¡Vamos, Aoshi! Deja que la vida siga su curso, ellos son tan jóvenes… y nosotros tan viejos…

Se tapó la boca al darse cuenta de que acababa de llamar viejo a su antiguo Okashira y sobre todo al darse cuenta que su palabrería estaba haciendo peligrar su integridad física. Rió como un majadero palmeando con fuerza el hombro de Seichiro.

-No te preocupes Mudô-kun, sólo se está haciendo el inaccesible.

-He dicho que no ¿acaso no me has escuchado, Okina?

-No eres su dueño, tarde o temprano tendrás que ceder

-Soy su tutor, eso es suficiente.

-Que posesivo, la quieres solo para ti- dijo en tono dramático Okina.

-Disculpen…- intervino Seichiro- creo que Misao-chan tiene derecho a opinar ¿verdad, Mi-chan?

La ninja pareció despertar en ese momento, si le preguntasen de que estaban hablando no sabría que responder. Estuvo a punto de contestar “sí” pero se contuvo, no sabía que era lo que estaba aceptando.

-¿Aah…? ¿Qué?- preguntó con inocencia.

-¡Me partes el corazón!- se llevó teatralmente las manos al pecho- no me estabas escuchando.

-Perdón jejeje ¿qué decías?

-¿Quieres casarte con él?- gruñó la masculina voz de Aoshi.

-¿Cómo?

-He dicho qué si quieres casarte con ese perdedor- repitió.

Los verdes ojos de la comadreja le miraron fijamente. Parpadeó varias veces sin salir de su asombro, sonaba tan molesto que empezaba a darle miedo, miró fugazmente a su abuelo y a su amigo y cuando se giró dispuesta a decirle la verdad, decirle que el único hombre con el que quería casarse era él, Aoshi Shinomori, sólo vio el shoji cerrándose y el vacío donde antes estaba el ninja.

-Se ha ido, cielo.

-Ya…- murmuró con la cabeza gacha- Sei-chan yo…

-Tranquila, ya conozco la respuesta- sonrió amable- aunque espero que cambies de opinión- añadió con tono esperanzado.

Aoshi se apoyó en la pared del corredor, cerró los ojos tratando de alejar aquella aura oscura que le rodeaba, apretó los puños, bufó y subió las escaleras para encerrarse en su habitación, de buena gana hubiese destrozado el Aoiya entero ¿a qué venía toda esa pantomima? El mocoso sabía perfectamente que no pensaba ceder y Misao… bien, tenía que reconocer que había sido muy injusto con ella, ni se había dignado a escuchar su respuesta pero ¡Kami! Acababa de descubrir que no controlaba nada bien sus celos.

Escuchó los pasos de la comadreja al otro lado de la pared y segundos después, maldecir en un susurro con su maravilloso y variopinto vocabulario plagadito de palabras malsonantes, no supo discernir a quien iban dirigidas las maldiciones, sólo esperaba no ser el centro de esos insultos. La escuchó pasar nuevamente y por el sonido de sus pisadas intuía que no estaba feliz precisamente.

Hora de decidir, lo mejor que podía hacer era ir a hablar con ella, se lo debía por el desplante y su actitud minutos antes, siempre lo pagaba con ella, era muy injusto.

Salió en su busca, la escuchó cerrar el shoji de la sala en la planta baja, así que todo era muy sencillo; iba hasta allí, se disculpaba, le pedía que no se casase con el crío y le decía claramente, o suplicaba, que se casase con él ¿qué podía fallar? Tenía la ventaja de conocer los sentimientos de Misao desde un principio por lo que las probabilidades de que le rechazase serían como mucho de un uno por ciento, ser tan idiota seguro que le había pasado factura.

Bajó las escaleras y se sorprendió al no ver a nadie en el pasillo ni en el patio y, el hecho de que la puerta de servicio del restaurante estuviese cerrada era tan inusual que dudó un poco antes de empezar a correr el shoji. Segundos después se arrepintió de estar ahí con sólo haber abierto una rendija el shoji.

Las manos de Seichiro desataron el obi de la comadreja, los dos jóvenes empezaron a reírse y Aoshi sintió que se le partía el corazón. Cabizbajo abandonó el Aoiya con un destino concreto, el templo. Lo que Aoshi no sabía era que las dos kunoichi había atado el obi a traición y tras batallar durante un buen rato se resignó a pedir ayuda, pero todos habían parecido esfumarse en el aire… y como el ninja parecía haberse levantado con el pie izquierdo no se atrevió a pedirle ayuda, por lo que sólo pudo acudir a su amigo.

La ciudad estaba en calma o quizás él no les prestaba atención, enfiló el terroso camino que llevaba a su adorado templo con la sensación de que alguien le seguía, aquello no sería tan extraño, al fin y al cabo, él no era el único que frecuentaba el templo, aunque eso sí, él era el único que entraba en la sala de oración, a parte de Misao. Miró de reojo para ver a su misterioso acompañante pero no vio nada, meneó la cabeza seguro de que se lo habría imaginado, pero entonces escuchó unos pasitos y esta vez se giró, pero allí no había nadie, enarcó una ceja y bufó para continuar su camino, sin embargo se detuvo al sentir un suave tirón de su yukata, dirigió su mirada a esa zona.

-Papi…

Una niñita de unos cuatro años jalaba de su yukata, con sus grandes ojos azules llenos de lágrimas, los mofletes rosaditos y la carita llena de barro, por un momento fue como ver a su protegida de niña. Entonces reaccionó ¿acababa de llamarle papi o se lo había imaginado?

-Papi… papi…- al ninja le asaltó un tic, él no tenía hijos- no encuentro a papi…

Respiró aliviado con esas palabras de la pequeña.

-¿Dónde estabas cuando te perdiste?- preguntó tomándola en brazos- ¿Vienes del mercado?- la niña asintió- muy bien, buscaremos juntos.

Se acomodó entre sus brazos buscando con la mirada a su padre, estuvieron un buen rato dando vueltas por el mercado, pero no dieron con él, Aoshi supuso que habría ido a la comisaría, era lo más probable. Quiso dar media vuelta cuando la niña estiró sus bracitos y sonrió a una pareja.

-¡Papi! ¡Mami! Oniichan me trajo hasta aquí.

-¡Sachiko-chan!- la mujer de melena azabache y ojos azules corrió hasta ellos- te dije que no te separases de mi.

-No se preocupe, está perfectamente- dijo Aoshi entregándosela a su madre.

-Muchas gracias señor…

-Shinomori- contestó.

-Muchas gracias, Shinomori-san.

Los vio alejarse sintiendo algo de envidia, él quería exactamente eso, una esposa maravillosa, Misao, y su propia hija, o hijo, o los dos, o todos los que quisiera su Misao. Al diablo su orgullo, su reputación, su fama y todo lo demás que de nada le servía. Tomó la dirección que llevaba a la comisaría de Saito, le daban igual las burlas, mofas, bromas y todo de lo que le haría blanco el lobo de Mibu. La decisión estaba tomada y nada ni nadie iba a hacerle cambiar de opinión.

Entró bruscamente en el despacho del lobo, tiró del brazo de Cho y lo lanzó al pasillo logrando que su cara se estrellase en el suelo, cerró la puerta de un golpe y permaneció sujetando con fuerza el pomo.

-¿Has venido a declararme tu amor? Lo siento, cubo de hielo, ya estoy casado.

-Déjate de estupideces. Quiero que hagas un trabajo para mí.

-Ah no, creo que tu no has entendido nada- miró al ninja con crueldad- TÚ trabajas para mi y NO al revés.

-Entonces quiero que me hagas un favor.

Saito sonrió satisfecho, Shinomori Aoshi rebajándose a pedirle un favor a él, muy desesperado tenía que estar.

-Si no puedes librarte tu mismo de la competencia no esperes que lo haga yo.

-No es eso.

-Entonces ¿qué quieres?

-Un curso acelerado de lo que sea que quieras enseñarme.

Soltó una sonora carcajada, sacando unos papeles de uno de los cajones.

-Muy bien- habló conteniendo la risa- no quiero quejas, ni reproches y mucho menos que te eches atrás, la puerta se ha cerrado y TU, mi estúpido amigo, ya no tienes escapatoria, te voy a convertir en un hombre de verdad.

CONTINUARÁ

Escrito el 15 de mayo de 2009

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